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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versão impressa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.8 n.35 La Paz dez. 2014

     

    INVESTIGACIÓN

     

    Breves apuntes sobre la figura de Manuel Isidoro Belzu y su Gobierno

     

    Brief notes on the figure de Manuel Isidoro Belzu and their government

     

     

    Ramiro Duchén Condarco *
    * Periodista e investigador. Coordinador del Ministerio de Comunicación.
    Ramiro.duchen@gmail.com

     

     


    Resumen

    Breve recuento biográfico del general Manuel Isidoro Belzu, y síntesis de su gobierno, destacándose origen y primeros años; fallido intento del matrimonio Belzu-Gorriti; vertiginoso ascenso en la carrera militar, acompañado de uno de los rasgos característicos que lo hizo único en su momento: su alta sensibilidad social que le mantuvo junto a las masas campesinas e impulsó la lucha por su liberación. Asimismo, se relatan su gobierno y labor administrativa; la forma en que consolidó las instituciones republicanas en Bolivia, la concepción de la democracia y su aplicación en la política boliviana con tinte socialista. Igualmente analiza el entorno que le rodeó durante su gobierno, haciendo notar que no estuvo solo ni abandonado por la aristocracia, ya que importantes representantes de ella estuvieron a su lado, al igual que la casta militar y los sectores marginados de la sociedad (campesinos, obreros y otros), construyendo una sólida alianza policlasista que le sustentó en el poder. Finaliza con una descripción de la actividad de Belzu al dejar el gobierno, su alejamiento de la Patria y su retorno a Bolivia marcado por su sino fatal. La presencia del "Mahoma Boliviano" trascendió el tiempo y quedó arraigada, tanto así que al finalizar la antepasada centuria, todavía los campesinos que le conocieron y le veneraron en vida, prendían velas a su imagen, como si se tratara de un santo.

    Palabras clave: <Bolivia Siglo XIX><Manuel Isidoro Belzu><Gobierno de Belzu>


    Summary

    Biographical count of general Manuel Isidoro Belzu, and synthesis of its government: insolvent attempt of the Belzu-Gorriti marriage; vertiginous ascent in the military specialty, accompanied of one of the characteristics that made it only at their moment: its high social sensitivity that maintained next to the masses farmers to him and impelled the fight by its liberation. Also, relates its government and administrative work; the form in which it consolidated the republican institutions in Bolivia, the conception of the democracy and its application in the Bolivian policy with socialist dye. Also it analyzes the surroundings during its government, doing to notice that it was not left by the aristocracy, since important representatives were to their side, like the chaste military and the marginalized sectors of the society (farmers, workers and others), constructing a solid alliance of classes that he sustained to him in the power. It finalizes with a description of the activity of Belzu when leaving the government, his distance of the Mother country and its return to Bolivia marked by his fatal destiny. The presence of the "Bolivian Mahoma" extended the time and was rooted, as much so still when finalizing the XIXth century, still the farmers who knew him and venerated to him while still alive, caught candles to their image, as if he was a Holy man.

    Key words: <Bolivia Century XIX>< Manuel Isidoro Belzu>< Government of Belzu>


     

     

    I. Origen y primeros años

    Manuel Isidoro Belzu Humeres nació en La Paz el 4 de abril de 1808.1 Fueron sus padres Gaspar Belzu, "natural de Poopó y Manuela Humeres".2 Hay investigadores que sostienen que Belzu nació en Poopó, en el departamento de Oruro3 y otros afirman que fue hijo de Manuela Humeres de padre árabe, a quien Gaspar Belzu sólo le dio su apellido.4

    Los abuelos de Manuel Isidoro, vivieron a mediados del siglo XVIII, en un pueblito español —perdido e insignificante— llamado Archivel,5 según relata Ramón Salinas Mariaca, descendiente de aquél, a quien damos crédito en la versión por haberla recogido de la tradición familiar y ser fruto de años de investigación. El abuelo, Manuel Belzu, probablemente nacido en Murcia, aunque de sangre árabe, casó con una mujer de nombre Remedios, con quien tuvo dos hijos: Manuel y Gaspar. El sustento de la familia provenía de un "pequeño taller para la fabricación de pajuelas6 (antecesores de los fósforos) que ellos mismos salían a vender por la comarca".7

    Con el propósito de brindar mejores días a sus vástagos, los Belzu enviaron a sus hijos con un español llamado Secundino Carvajal a la nueva tierra prometida: América, soñando con que algún día "deberían volver ricos y poderosos a buscar a sus padres".8 Este personaje estaba emparentado con el famoso "Demonio de los Andes", don Francisco de Carvajal (1464-1548).

    Una vez llegados al puerto de Callao, los hermanos Belzu se trasladaron a la capital del Virreinato del Perú: Lima, donde a los cuatro años, el mayor, Manuel "apareció muerto de una estocada en el pecho. Murió soltero y no dejó descendencia";9 Gaspar, en cambio, tuvo mejor suerte que el hermano, pues, alcanzó algún éxito económico dedicándose a los negocios, en la ciudad de Arequipa;10 sus actividades comerciales le obligaban a hacer frecuentes viajes al obraje de Huaicho [departamento de La Paz] donde conoció a una cholita nativa de nombre Manuela Humeres, con quien fugó a la ciudad de La Paz "donde estuvieron unos meses y allí nació Manuel Isidoro".11 De allá, "y siempre en busca de mejores negocios, se fueron a establecer en Poopó, un asiento mineros [situado en el departamento de Oruro] que en ese tiempo tenía mucha importancia", donde nació Francisco de Paula; Gaspar prosperó notablemente en sus transacciones, y compró una casa en la capital del departamento de Oruro, donde nació María Remedios, pero su vida amorosa con Manuela Humeres fue apagándose hasta que ella decidió marcharse con sus tres hijos a La Paz, donde buscó cobijo con la madrina de Manuel Isidoro, doña Vicenta Juaristi Eguino (1785-1857), la famosa revolucionaria de La Paz,12 "quien además la recomendó a los curas de San Francisco y obtuvo que éstos se hagan cargo de la educación de sus dos hijos, llevándose con ella a María Remedios, quien recibió una educación esmerada de su protectora, que la transformó en una señorita culta y atrayente".13

    Manuel Isidoro vivió pobremente los primeros años de su vida en compañía de su madre y hermanos, con el sustento brindado por la venta de pajuelas que fabricaba artesanalmente su progenitora y las vendía en la puerta del convento de San Francisco. Ello le valió el sobrenombre de "pajuelera" con que era popularmente conocida, y por extensión también a Manuel Isidoro se le llamaba "el pajuelero". Fue, precisamente, en ese convento donde Belzu recibió su primera educación y del cual tempranamente escapó para engrosar la fuerza armada.

    En efecto, a los 13 años, Manuel Isidoro se enroló en filas del ejército emancipador. Peleó al lado del mariscal Andrés de Santa Cruz en la batalla de Zepita (22 de agosto de 1823) que fue, según Julio Díaz Arguedas, "su bautismo de fuego" y "habiendo después de la desastrosa retirada que siguió a esta batalla, peregrinando de pueblo en pueblo hasta que sorprendido por un oficial, fue arrestado y luego remitido a La Paz para ser entregado a su madre".14

    Pronto retornó al Ejército, y con el advenimiento de la República "el joven Belzu formó parte en el séquito de empleados que el Vencedor de Ayacucho [Antonio José de Sucre] llevó a Chuquisaca, y fue en calidad de escribiente de uno de los ministerios; pero inclinado desde niño a la carrera de las armas, abandonó su empleo y se presentó como voluntario en el batallón colombiano 'Legión', con el que marchó al Cuzco en calidad de cadete distinguido".15

    Al poco tiempo, "en 1828 lo vemos en el ejército peruano del general Agustín Gamarra, en el que por sus maneras distinguidas y cultas, por su porte simpático y caballerezco [sic], fue ascendido a subteniente de infantería y destinado como ayudante de la esposa del nombrado general (1828)".16

    La escritora argentina Juana Manuela Gorriti, quien fuera esposa de Belzu, al comentar esta etapa de la vida del caudillo de las masas, dice: "En1828, iniciada y abierta la campaña contra Bolivia, Belzu vino con el ejército peruano, más bien que como soldado, como acompañante de la esposa del general Gamarra, que lo estimaba y distinguía entre los oficiales de su clase./ Llegado el ejército al Desaguadero, Belzu, viendo realizarse la invasión pidió su separación del servicio, en razón de no poder entrar a su patria como enemigo. Gamarra quiso disuadirlo de aquella idea; pero la bella Francisca Subiaga, que también sabía comprender todo lo que era noble y generoso aprobó la resolución del joven; lo abrazó y usando el supremo ascendiente que ejercía en el ánimo de su marido, le ordenó acceder a aquella demanda./ Belzu volvió a su país, donde poco después tomó servicio como primer ayudante en el batallón Io de Bolivia.. ".17

     

    II. El Matrimonio Belzu-Gorriti, un fallido intento

    En 1833 contrajo matrimonio precisamente con la esclarecida escritora Juana Manuela Gorriti, hija del militar y político argentino José Ignacio Gorriti y doña Feliciana Zuviría, quienes emigraron a Bolivia huyendo de la guerra civil argentina.

    Florencia Durán de Lazo de la Vega dice que "Juana Manuela Gorriti (1818-1892) perteneció a una familia argentina de la oligarquía terrateniente con tradición en el ámbito social, económico y político. Su vida se desarrolló en un contexto caracterizado por escasas oportunidades para la mujer; la autoridad patriarcal, encarnada en la figura del padre y luego transferida al marido, como el brazo ejecutivo del 'ideal social', determinaba papeles definidos y limitados para la acción femenina".18

    El general Francisco Burdett O'Connor recuerda, por su parte, que por aquellos años, en Tarija, se encontraban bajo sus órdenes, los tenientes Manuel Isidoro Belzu y Manuel Laguna, quienes tuvieron un trágico fin tras ser figuras relevantes en la historia de Bolivia.19 "El teniente Belzu —puntualiza O'Connor— casó en Tarija con la hija del general Gorriti, doña Juana Manuela, hoy una de la más notables escritoras de Sud América, y yo fui el padrino de ese matrimonio".20

    Conviene mencionar que "durante la guerra civil argentina (1828-35)" la familia Gorriti "se adhirió a la causa unitaria, siendo derrotada por los ejércitos federales comandados por el general Facundo Quiroga. Como consecuencia de este suceso se vieron obligados a emigrar a Bolivia, siéndoles confiscados los bienes familiares. Recién llegados a Bolivia, los Gorriti se instalaron en Tarija.

    En 1832, en dicha ciudad Juana Manuela Gorriti conoció al joven militar del ejército boliviano Manuel Isidoro Belzu, con quien se casó un año después, a los catorce años. Con su esposo recorrió el territorio boliviano, llegando a establecerse sucesivamente en Sucre, La Paz y Cochabamba, hasta que alrededor del año 1840 doña Manuela tuvo que separarse de su marido desafiando los más estrechos prejuicios y haciendo gala de una entereza a toda prueba marchó a Lima con sus hijos, a rehacer su vida".21

    José Ignacio Gorriti —acompañado de toda su familia— se vio en la necesidad imperativa de huir, en 1831, a Bolivia "donde murió desterrado y pobre, pues toda su inmensa fortuna la había gastado para mantener a los ejércitos en la guerra de la independencia de su patria",22 por lo que cuando advino en territorio argentino la guerra intestina de 1828-1835, era ya un hombre de escasos recursos, cuya situación económica se agravó ostensiblemente al tener que emigrar de manera obligada a un país extraño, con pocos recursos económicos o sin ellos, habida cuenta que le fue confiscado por los federales lo que quedaba de sus propiedades.

    De la unión matrimonial Belzu-Gorriti nacieron Edelmira (1833- ¿? ) y Mercedes Belzu Gorriti (1835-1879). La primera casó con el militar boliviano Jorge Córdoba (1822-1861) quien fue el primer presidente que recibió el gobierno en una transición democrática en la historia del país, de manos del propio Belzu; murió asesinado en las matanzas de Yañez(23 de octubre de 1861). La otra, fue una de las primeras escritoras que tuvo Bolivia; gozó de mucho prestigio en su tiempo, siguiendo la huella materna y quizá también la culta orientación del padre; casó con José Vicente Dorado, quien ocupó importantes posiciones diplomáticas en la administración Belzu, particularmente como representante a las cortes europeas de Napoleón ni y fue autor de numerosos y significativos estudios económicos.23

    "En los primeros años de su matrimonio — según Tomás Molina Céspedes— el hogar de Belzu fue feliz. Fue un nido de pensamientos altos y pensamientos nobles. Juana Manuela Gorriti, mujer extraordinariamente inteligente, de amplia cultura y literata famosa de su época se dice que puso en contacto a su esposo con la obra de los pensadores Rousseau y Montesquieu, Pierre Proudhon, Charles Fourier y hasta de Marx yEngels".24

    Belzu, formado inicialmente por los padres franciscanos, según narra Florencia Durán "sabía de memoria la vida de San Francisco de Asís, paladín de la justicia, la libertad, la valentía y la audacia. Como su santo patrono, amaba lo lindo y lo claro, y como sus escritores preferidos [Jean-Jacques] Rousseau y [Charles Louis de Secondat] Montesquieu creía en la bondad como característica natural del hombre y la corrupción de la naturaleza humana por la civilización y la propiedad./ Había leído a los socialistas utópicos, [Jacques Pierre] Brissot de Warville (1754-93), acudiendo como fuente para sus discursos a los escritos de Pierre J. Proudhon (1809-65) y Charles Fourier (1772-1837)".25

    Sobre su vida conyugal con Belzu, la escritora argentina es muy discreta, y sólo se limita a decir — en la breve semblanza biográfica que escribió sobre el líder carismático de las masas populares— con mucha moderación: "demasiado jóvenes ambos esposos, no supieron comprender sus cualidades ni soportar sus defectos; y aquellas dos existencias se separaron para no volver a reunirse sino en la hora suprema al borde del sepulcro.. ".26

    Sin embargo "muchos años después, incluyó una serie de memorias de estos días en su colección Misceláneas; recuerda cómo era vivir en pueblitos bolivianos, donde los soldados jóvenes y sus mujeres se divertían (escandalosamente, se decía), con fiestas, apuestas, charlas y juegos. En los altos círculos sociales bolivianos, se hablaba mucho de la conducta poco decorosa de los cónyuges: se decía que Belzu tenía muchas amantes, y que su esposa se comportaba con poca seriedad y que era muy amiga del entonces presidente Ballivián.. ".27

    Fue así que el matrimonio Belzu-Gorriti se rompió abruptamente. Manuel Isidoro mantuvo una vida metódica y moderada, sin escándalos y lejos de los vicios que caracterizaban a la soldadesca de la época, consagrada —más bien— al cuidado y atención de sus dos hijas; Juana Manuela, en cambio, emprendió valientemente una nueva vida marcada por nuevos amores con todas las dificultades que ello traía consigo en una sociedad de las características de la americana, en general, de la decimonónica centuria.

    "A pesar de todo —sostiene, por su parte, la periodista e historiadora Analía Efrón en su breve biografía de la notable escritora argentina—, hubo un aspecto en sus vidas en el que Juana Manuela y Belzu siempre coincidieron y que talvez fuera la columna que sostuvo la rectitud y el respeto que imperaron en sus relaciones tanto mientras estuvieron casados como después de separarse. Los dos estuvieron siempre del mismo lado de la barricada, un hecho muy significativo de esos tiempos de revolución y guerra".28

    Es importante también tener presente para el análisis que "Juana Manuela —como afirma la historiadora Florencia Durán— no fue precisamente una seguidora de las ideas de las Carmelitas Descalzas. Los cientos de noches que pasó al lado de Manuel Isidoro, las características de su corto noviazgo, el hecho de haber primado su voluntad (espíritu rebelde) de casarse con un plebeyo frente a la censura social y familiar que le exigía mirar más alto, han tenido que dar a su relación sexual matices de pasión desbordante".29

    Juana Manuela Gorriti fue una mujer rebelde, que se enfrentó abiertamente con el ejemplo de su vida a los convencionalismos de su época y una de las primeras feministas americanas. No era, pues, una mujer para estar en el hogar y criar a los hijos como mandaba el modelo femenino de la época. Sus aspiraciones superaban ese limitado y estrecho horizonte.

    Sea de esto lo que fuere, lo cierto es que el matrimonio duró muy poco, dada la fogosidad de sus temperamentos y la demostrada inexperiencia de los jóvenes esposos, a lo que se sumó, según versión generalizada de nuestros historiadores, un presunto romance con José Ballivián, que habría sido el detonante que puso fin a la relación matrimonial, y hay quienes llegan al extremo de afirmar que también ese fue el origen de la actividad política de Belzu.30

     

    III. Vertiginoso ascenso en la carrera militar y sensibilidad social del caudillo.

    Luego, en 1835, encontramos a Belzu "en la batalla de Yanacocha [13 de agosto] donde se distinguió entre los más valientes, fue ascendido a comandante y segundo jefe de un cuerpo, con el que siguió la campaña sobre el norte".31

    "En la administración de Velasco —señala Nicanor Aranzaens— fue ascendido a teniente coronel, y se le confirió el cargo de 1er. jefe del Batallón 7o; mas el gobierno temeroso de su ascendencia sobre la tropa, lo hizo tomar preso y lo desterró al Beni. En Samaipata al tener conocimiento de la revolución contra Velasco se regresó. En la batalla de Ingavi [18 de noviembre de 1841] combatió a la cabeza de su batallón 9o de línea y fue ascendido a coronel. Los recelos del gobierno hizo [sic] que se le nombrara prefecto y comandante general de Cobija de donde fue llamado por el gobierno".32

    La carrera militar de Belzu avanzaba, pues, promisoriamente, alentada por la valentía y honestidad demostradas por el militar a lo largo de su vida. Su heroica actuación en la referida Batalla de Ingavi, es narrada de esta manera por José Manuel Aponte:

    "[Manuel Isidoro] Belzu e [Ildefonso] Sanjinés, de igual graduación, eran amigos íntimos, inseparables y aún vivieron juntos. Cuando notaron que habían sido destinados a la reserva, muy satisfechos de esta distinción y poseídos de orgullo, en momentos de empezar la batalla, apostaron cuál de los dos avanzaría más sobre el campo enemigo y cuál de ambos cuerpos combatiría con más valor./ Con tal antecedente y visto que el Salaverry cargaba furiosamente sobre nuestra derecha, haciéndola vacilar, conociendo Belzu el peligro y ya que no podía avanzar con su cuerpo porque aún no se había recibido orden superior, se adelantó solo, a pie y tomando un fusil que encontró en el suelo, avanzó hasta colocarse junto a la vanguardia. En esos momentos recibió orden la reserva de movilizarse y entonces avanzó Sanjinés con su batallón, trabándose allí sangrienta refriega, donde casi pereció todo el batallón Salaverry, y la caballería de San Román. Dueña la reserva boliviana del campo que pocos momentos antes disputara el enemigo, se encontraron allí Belzu y Sanjinés y se abrazaron prolongadamente en silenciosa felicitación por sus triunfos. Ambos jefes fueron ascendidos en el campo de batalla, con la circunstancia de que a Belzu se le impuso un corto arresto por haber abandonado sus filas. Era un castigo que más bien realzaba su valor".33

    El 7 de diciembre de 1849, que marca el triunfo de Belzu en la batalla de Yamparáez, y su consiguiente asunción al poder, se inicia el gobierno del Mahoma Boliviano, cargo en el que no contó con la compañía de su esposa que tiempo antes se había marchado con sus hijas a Arequipa (Perú). Dice ésta al respecto: "La narradora rehusa seguirlo en aquel elevado puesto en que la esposa rehusó acompañarlo también",34 por lo que no ofrece mayores detalles ni elementos de juicio sobre el paso por el gobierno boliviano de quien fuera su esposo.

    El carácter de Belzu, según Juana Manuela Gorriti no cambió con el ejercicio del poder; siempre fue el mismo. Dice esta ilustre escritora unida sentimentalmente al "Tata" Belzu: "...llegado a esas cimas vertiginosas de la vida, Belzu no se deslumbró. Guardó siempre su rectitud incontrastable, su amor a la verdad, y una generosidad que más de una vez desarmó a sus enemigos convirtiendo su odio en fanática adhesión".35

    Finalmente comenta: "Allí [en Europa], vuelto a la vida privada, hacíase notar por su conmiseración hacia los menesterosos. En aquellos países, donde la civilización, refinando los goces ha entronizado el egoísmo, mirábase con extrañeza y creíase loco a ese filántropo que recorría las comarcas derramando socorros y consuelos sobre los desgraciados".36

    Tomas O'Connor d'Arlach describe a Belzu de esta manera: "...era un carácter altivo y generoso; fiel en sus amistades y en sus opiniones, noble en sus acciones, sincero católico, inteligente, sagaz y profundamente simpático para cuantos le trataban. Era tan caritativo que durante la época de su gobierno, empleó fuertes sumas en proteger huérfanos y viudas y en socorrer a los menesterosos. Era de estatura más alta que baja y de esbelto y airoso continente. Una espesa barba negra circundaba su rostro moreno, verdadero tipo árabe, que hacía más atrayente la mirada altiva a la vez que lánguida de unos ojos que vulgarmente llamamos dormidos" .37

    "Belzu era —según José Manuel Aponte— de carácter sombrío, huraño, desconfiado, a especie de un Felipe II, de conducta moral irreprochable y muy estudioso, como que solía preferir el silencio de su gabinete de trabajo al bullicioso concierto de alabanzas".38

    Para Rigoberto Paredes, "Belzu no era un borracho sanguinario ni un verdugo investido de la presidencia, ni retórico ni utopista, sino un terrible intelecto que veía largo, hablaba poco y obraba rápido y con decisión. El caudillo de las masas, descendiente de turcos y árabes no era ni ha sido el descrito por los historiadores enemigos de él todos ellos. Para imponerse en lo absoluto sobre todas las masas, dominar al soldado y rodearse de las mejores inteligencias no ballivianistas de su época, se necesitaba ser algo más que un vulgar caudillo. Deshizo la aristocracia, atacó las bases económicas y sociales de la República y por todas partes trató de imponer su voluntad omnímoda y tiránica. Con mayores y más sólidos conocimientos económicos habría implantado en el país una organización socialista. Leía mucho, sobre todo los escritos de Proudhon, pero los digería poco y mal. Hasta horas avanzadas de la noche se le veía leer libros y pensar mucho en su escritorio".39

     

    IV. Belzu Llega al Gobierno

    Belzu, como mencionamos precedentemente, fue forjando una impecable carrera militar, impulsada y acrecentada por sus valerosas y hasta temerarias acciones en los campos de batalla, como también sustentadas en su firme comportamiento ante la prepotencia de Santa Cruz y Ballivián, entre otros altos jefes militares bajo cuyo mando le tocó estar en diversas situaciones, a quienes se dio el lujo desobedecer y en su momento, también enfrentar desenvainando su espada ante atónitas miradas de sus inferiores. En ese proceso logró granjearse no sólo el más profundo respeto de la tropa, sino también, de manera paralela, el aprecio de las masas populares con las que se identificaba plenamente y con cuya liberación soñaba ardientemente. Ese deseo fue ganando cada vez más espacio en su ser, guiando su accionar político, y creándole la conciencia de la necesidad de tomar el poder para luchar desde la cima por su noble anhelo.

    Estos fueron dos aspectos característicos de Belzu que marcaron su vida: por un lado su valentía casi sin par, y por el otro, su gran sensibilidad social que le llevó a buscar —desde la cima del poder— la liberación de los sectores más oprimidos de la sociedad, particularmente las castas de indios y cholos.

    Antes de tomar el Palacio Quemado, Belzu — como todos los militares de la época— no fue ajeno a los cuartelazos y participó, también, en numerosas asonadas golpistas y en su gobierno sufrió como ningún otro, los efectos de este mal. Sus adversarios políticos no le dieron un momento de tregua en su afán de sacarlo del gobierno... Sin embargo de ello, este caudillo dejó el Palacio cuando se cansó de gobernar y develar las interminables conspiraciones de sus enemigos políticos y de casta.

    Humberto Vázquez Machicado describe de este modo el perfil militar del Mahoma boliviano:

    "La subida del General Manuel Isidoro Belzu al poder en virtud del triunfo militar de Yamparáez, significa un jalón decisivo y sumamente interesante y hasta hoy muy discutido en nuestra historia. Al tomar Belzu el gobierno, no era un desconocido el que aparecía en los campos de la política boliviana; aunque de humilde origen, el joven caudillo habíase ya distinguido entre los jefes militares del país; su coraje, sus condiciones de mando y su carácter dominador habíanle conquistado la voluntad y la obediencia ciega de sus soldados; estas mismas condiciones, a más de su retraimiento natural, unido a su sobriedad y morigeración de costumbres en medio de un militarismo atrozmente vicioso, le garantizaban el respeto y consideración de sus camaradas, quienes intuitivamente, algo excepcional y fuera de lo corriente veían en él".40

    Ese militar, que no era ningún desconocido cuando se hizo cargo de los destinos del país, se había

    ganado la amistad, confianza y simpatía de las masas populares urbanas y rurales durante toda su carrera en la milicia, dado que, dondequiera que iba, socorría a los necesitados, compartía sus penas y amarguras, aminoraba, como podía, el sufrimiento de los campesinos, renegaba de los abusos cometidos contra éstos con las exacciones de que eran cotidianas víctimas ... En esos años iniciales tomó conciencia que la única manera de ayudarles efectivamente era desde el poder, para lo cual, había que acceder a él, y la única forma de hacerlo, era conspirando... En los campos de Yamparáez, estuvieron con él, pues, sectores de las masas populares con las que interactuó desde temprana edad, en sus andanzas por los más distantes parajes del territorio nacional, llevado por sus funciones militares, unas veces, otras, escapando de sus persecutores... en esta última situación siempre encontró seguro cobijo, cuando la desgracia lo perseguía, en las chozas altiplánicas delaimara...

    Antes de ingresar a esbozar un sucinto análisis de la administración gubernamental de Manuel Isidoro Belzu, conviene referirse brevemente a un atributo esencial de su personalidad que lo caracterizó y diferenció de sus oponentes en las lides políticas del siglo XIX: su carisma.

    En términos de Max Weber, el líder que ejerce sobre sus seguidores una dominación carismática, se distingue por ser poseedor de cualidades extraordinarias (sobrehumanas) y de un poder magnético de los que se vale para imponer la fuerza de su personalidad a sus adeptos.41

    Precisamente, la personalidad de Belzu, según se infiere de la lectura de los acontecimientos históricos que se suceden bajo su administración gubernativa, se hallaba, en la realidad de los hechos dotada de la «gracia» de un «poder» magnético de una «cualidad extraordinaria», es decir, de un carisma que la hacía subyugante, y que tenía la virtud de atraer hacia sí el apoyo decidido de las masas convencidas de su sino mesiánico.

    Para ilustrar de manera sintética esta aseveración, acudiremos a dos ejemplos concretos. El primero, citado por Humberto Vázquez Machicado:

    «...Los indios estaban convencidos de que Belzu tenía poder sobre los elementos de la naturaleza, y se cuenta que en cierta época de sequía, fueron a pedirle 'que hiciera llover'. Lo extraordinario fue que habiendo aparecido Belzu en el lugar de la sequía, llovió efectivamente, por una feliz casualidad».42

    El otro, relacionado con el atentado que sufrió en el Prado de Sucre el 6 de septiembre de 1851 a manos de Agustín Morales y otros conjurados, del cual salió casi ileso, con ligeras heridas en los pómulos y en la cabeza. Una vez recuperado hizo edificar, en el sitio del atentado, una rotonda, en señal de agradecimiento a la Divina Providencia por cuidar la vida de su elegido, y a la cual agradeció todo el pueblo, que tenía fe ciega en Belzu y en su poder sobrenatural.

    Sucesos como estos son parte del reconocimiento y la corroboración del carisma, que influyen efectivamente sobre su validez, y, por lo tanto, actúan como reforzadores del mismo.

    Belzu, en sus intervenciones en la política boliviana nunca fue despreciado por sus seguidores, sino más bien, constantemente recibió muestras de adhesión y solidaridad que lo mantuvieron en el privilegiado sitial que ocupó en la las lides políticas del periodo en que le tocó actuar sin mayores sobresaltos.

     

    1. Breve recuento de la labor administrativa del gobierno de Belzu

    Desde que Belzu lanzara su programa de gobierno, es decir, su declaración de principios, conocida el 16 de octubre de 1848, en La Paz y las primeras circulares a los prefectos en las que se anuncia "justicia para las clases sociales, y garantía para todos los ciudadanos",43 quedó clara la línea que seguiría el gobierno del caudillo de las masas.

    A pesar de la adversidad en la que Belzu desarrolló su gobierno, pudo hacer efectivas una gran cantidad de obras, a despecho de lo que en sentido contrario afirme la gran mayoría de los escritores del pasado e historiadores que juzgaron desequilibradamente su labor gubernativa.

    Dejemos que sea el historiador Jenaro Sanjinés quien nos dé algunos detalles al respecto:

    «Durante su administración lo que llamó más la atención del gobierno, fue la construcción de edificios públicos en casi todos los departamentos y provincias de la República. La existencia de ellos atestiguan esta verdad. Dió impulso a la enseñanza superior reglándola a los fundamentos de la política, del derecho administrativo, del internacional, de la legislación y de la economía política. Estimuló el Comercio declarando libre la navegación mercante de todas las naciones del globo por medio de las aguas de los ríos navegables, que fluyendo por el territorio desembocan en el Amazonas y el Paraguay. Mandó revisar los códigos, civil, penal y de procedimientos. Dictó un nuevo código de minería y una ley de imprenta».44

    Asimismo, impulsó la reforma del código militar de 1843.

    La escritora argentina Juana Manuela Gorriti, si bien no juzgó ni escribió sobre la labor gubernativa de quien fuera su esposo, al comentar escuetamente la misma dice que: "[Belzu] realizó, en la hacienda pública, grandes economías que llenaron las arcas nacionales, mantuvo en respetuosa amistad a las repúblicas vecinas, y cumplido su periodo legal, caso único desde la fundación de Bolivia, transmitió el poder a su sucesor y se retiró a Europa".45

    Esta prolífica labor desenvuelta en los años de su gobierno, como anotamos líneas arriba, no fue reconocida por ciertos historiadores quienes, como Enrique Finot, por citar únicamente a uno de ellos, contrariamente restan valor y significación a aquélla. Veamos lo que dice el citado historiador:

    «Ni para qué decir que este período fue de disolución y retroceso en todo orden de cosas. Las actividades del comercio y de la industria sufrían general paralización. El obrero casi no trabajaba, porque recibía el sustento y la satisfacción de sus vicios, cobrando asignaciones del fisco como funcionario público o como espía, cuando no vivía del pillaje y del saqueo...».46

    Cabe, entonces, formularse una pregunta: En un período de «disolución y de retroceso en todo orden de cosas», como describe Finot al gobierno de Belzu, ¿cómo es posible que se haya registrado en las finanzas del Estado una serie ininterrumpida de superávits durante su período gubernativo? El superávit no es precisamente característica de un régimen en el cual las actividades «del comercio y de la industria» están virtualmente paralizadas, sino, por el contrario de una economía estable, pujante, orientada hacia un desarrollo integral. También hay que tener en cuenta que donde «el obrero casi no trabaja» no puede hacerse obra alguna.

    Otros historiadores tienen, en cambio, una visión cabal y menos apasionada del tema. Dejemos que sea uno de ellos, Raúl Calderón Jemio, quien nos resuma los avances conseguidos en el país bajo la administración de Belzu:

    "Entre los logros de la administración belcista, hay que mencionar la consolidación de una amplia democracia con participación popular y la defensa de la producción de artesanos y pequeños industriales, a través de medidas proteccionistas e inflacionarias. Además, hay que mencionar que con apoyo policlasista y multiétnico, Belzu pudo neutralizar los constantes intentos de la élite por retomar el poder".47

    Con la administración de Belzu, efectivamente se logró consolidar, aunque sólo haya sido momentáneamente "una amplia democracia con participación popular", lo cual trajo consigo una significativa consecuencia en nuestra historia: la primera irrupción e intervención directa del pueblo en los asuntos de nuestra política.

    Fue Belzu quien realizó desde el gobierno una cerrada "defensa de la producción de artesanos y pequeños industriales", dictando una serie de "medidas proteccionistas e inflacionarias", las mismas que aunque a la hora del análisis desapasionado resultaron, en realidad, más negativas que positivas, sin embargo, encarnaron la tendencia de Belzu con relación al desarrollo de la economía nacional que debía basarse en un sustancial apoyo y consiguiente incremento de la producción nacional, limitando las importaciones al mínimo posible. Naturalmente, ayer como hoy, no estaban dadas esas condiciones...

    En lo concerniente al tercer aspecto citado por Raúl Calderón, es decir, al "apoyo policlasista y multiétnico para neutralizar los intentos de la élite para retomar el poder", cabe destacar que Belzu no sólo contaba con el apoyo decidido de las grandes masas indígenas y cholas, que eran, evidentemente, la expresión de su mayor fuente de poder que defendían en las calles su administración gubernativa; colaboraron también con la misma, desde distintos puestos del ejecutivo, hombres ilustres y distinguidos miembros de la aristocracia, que no eran pocos. Tampoco fueron ajenos a Belzu los ayllus del altiplano que se identificaron plenamente con el proyecto político del Mahoma Boliviano e hicieron efectivo este apoyo a través de acciones concretas como lo demuestra documentalmente el propio Raúl Calderón, tanto durante el tiempo que permaneció en el poder, cuanto en los años posteriores.48

    Entonces, alrededor de Belzu se configuró un extraordinario cuadro policlasista cuyo engranaje permitió mantener a flote el régimen salvando interminables obstáculos particularmente representados por inacabables cuartelazos originados en los más distintos puntos de nuestro vasto territorio, e inspirados esencial, aunque no exclusivamente por dos conspicuos exponentes de esta nefasta tendencia: José Ballivián y José María Linares.

    Para Tomás Molina Céspedes, por su parte, "cuatro acontecimientos fundamentales marcan la administración de Belzu: a) en su gobierno se dio la mayor cantidad de motines y revoluciones que registra la historia de Bolivia; 41 en 7 años [...], aunque no pocos historiadores señalan que fueron más de 100 los motines que soportó el gobierno de Belzu; b) por primera, vez desde la fundación de la República los cholos e indios fueron halagados por un presidente y constituyeron el sustento de su gobierno; c) en el gobierno de Belzu tuvo lugar la primera transición democrática. Hasta entonces todos los presidentes habían llegado al poder a través de las armas. El sucesor de Belzu llegó a través de los votos, en la primera elección que se realizó en Bolivia; y d) en el gobierno de Belzu se abolió la esclavitud de manera real./ Además de lo señalado, dos hechos adoptados en ese gobierno perviven hasta hoy; a) los colores de la Bandera Nacional, y el cóndor de los Andes en el Escudo Nacional, en vez del gorro que inicialmente adornaba dicho escudo, y b) las escuelas de enseñanza técnica...".49

    De otro lado, los historiadores tradicionales antipopulares50 han hecho todo lo posible para imputar sólo a Belzu el establecimiento de un régimen tiránico y despótico, y, a su vez, encubrir esas características en los regímenes de Ballivián, Linares y de otros.

    Belzu, al iniciar su gobierno —como felizmente lo reconocen todos los historiadores— trató de contar con el concurso de los hombres de talento que militaban en las filas de todos los partidos y facciones existentes. Es decir, quiso hacer un gobierno de conciliación. Así, inició su administración con un decreto de amnistía general que establecía que su gobierno no reconocía ningún proscrito.

    Sin embargo, como esos hombres, en su relativa mayoría, le dieron la espalda, y más bien se dedicaron a tramar conspiraciones, que como bien dice Víctor Santa Cruz, no le dejaron gobernar durante todo el tiempo que permaneció en el poder, los aparatos represivos del régimen cumplieron a cabalidad su específica y proverbial tarea. Sobre este particular son ilustrativas las siguientes palabras de Ramiro Condarco Morales:

    «En cuanto a la supuesta 'tiranía' que se le atribuye, [a Belzu] los organismos subalternos de represión que campearon entonces, como siempre, tradicionalmente connaturalizados con la adulación a los hombres de poder, no lo hicieron durante su gobierno, ni mejor ni peor que bajo los de Santa Cruz, Ballivián y otros».51

    No hay que olvidar, empero, que sumada a la acción concertada de los subalternos aparatos represivos del régimen, estaba la espontánea acción de las masas populares urbanas y también rurales que, en defensa de Belzu, sin temor a perder la vida, se lanzaban a las calles, rudimentariamente armadas, a combatir a las facciones sediciosas del Ejército, a las que siempre pusieron en fuga.

    Evidentemente, por otra parte, en el tiempo que Belzu permaneció en el poder, se produjeron varios fusilamientos, justificados, unos, desde su óptica, y otros, innecesarios, según se desprende de un análisis del período.

    Se cree, por ejemplo, que el fusilamiento del coronel francés Carlos Wincendon, agente del general José Ballivián y del general Juan José Flores, en la trama de una conspiración antirrepublicana de alcances continentales, cuyo fin era instaurar en América del Sur regímenes monárquicos, se hizo efectivo con el único propósito de escarmentar a los audaces.52 Afirmar eso, significa desconocer totalmente las causas que lo motivaron, u ocultarlas deliberadamente con el propósito de cuidar la imagen de otros caudillos, en desmedro de Belzu, cuya figura resulta antipática para muchos escritores e historiadores por su apego y afecto a las masas populares y consiguientemente por lo que pretendió hacer por ellas en la búsqueda de su liberación.

    No hay que perder de vista que el fusilamiento de Wincedon marcó el fin de una conjura de alcances continentales, que, de haber triunfado, hubiera significado el cambio de la forma de gobierno en las naciones sudamericanas de la costa del Pacífico, convirtiéndolas en monarquías.

    Bolivia, en los albores de la República sufrió con particular énfasis el dominio de caudillos militares, de diversas tendencias y también con diferentes proyectos políticos, que se disputaban ferozmente la posesión del gobierno, teniendo a la república en permanente vilo con continuas asonadas golpistas que cambiaban presidente con una escalofriante facilidad.

     

    Belzu y la "tiranía de la democracia"

    Una vez hechas esas consideraciones preliminares, podemos pasar a analizar con mayor detalle el gobierno de Belzu.

    El historiador chileno Ramón Sotomayor Valdés en su libro Estudio histórico.. Pafirma que «con Belzu se entronizó en Bolivia la tiranía de la democracia o más propiamente, la tiranía del populacho».54 No podemos negar que desde que Manuel Isidoro Belzu se hizo cargo de la conducción de la nación, el pueblo o dicho de otro modo, las grandes masas populares, demostraron pasiones y sentimientos reprimidos por siglos de dominación hispano colonial, y por la nefasta acción de la aristocracia criolla que tras la independencia pasó a oprimir a esas masas con igual o mayor fervor que sus antecesores. Al manifestarse los sentimientos y pasiones largamente contenidos, afloró también el odio concitado contra la aristocracia por las grandes injusticias cometidas en perjuicio de los que, a esa hora, vieron la ocasión de tomar venganza...

    La «tiranía de la democracia» o la «tiranía del populacho» a que peyorativamente se refiere Sotomayor Valdés, es, pues, en este caso, explicable fruto de la ultrajante dominación a que las masas populares fueron sometidas secularmente. El esclarecido historiador orureño Ramiro Condarco Morales, al referirse a la descripción del gobierno de Belzu por parte del mencionado diplomático e historiador chileno, acertadamente dice:

    "No son, desde luego, insólitas ni excepcionales la desconsideración y ligereza con que Sotomayor Valdés enjuicia el gobierno del Mahoma Boliviano. La totalidad de los historiadores del pasado lo han hecho así. En realidad, el general Manuel Isidoro Belzu hizo uno de los gobiernos, imperiales, sí, pero mejor inspirados, aunque fuera uno de los más incomprendidos e irresponsablemente censurados por el infundado e irracional afán de condenación, explicablemente nacido de la pasión defensora de los privilegios de casta, primero, y de la estupidez reaccionaria, después. Hombre de elevadas miras y de acendrada rectitud moral, sancionó, en 6 de octubre de 1850, el presupuesto general de la Nación 'para el ejercicio económico de 1851', con un considerable superávit que 'aparece por primera y única vez' en los anales de la historia patria. La tenaz oposición de la aristocracia nativa no lo dejó gobernar, y mucho del brillo de su personalidad de caudillo de indudable magnetismo carismático, se perdió en medio de la turbulencia política propia de la época.55

    Aquí cabe también considerar un hecho fundamental: los primeros historiadores bolivianos como Manuel José Cortés y Luis Mariano Guzmán eran prominentes miembros del partido ballivianista, conocido como Rojo, lo que contribuyó enormemente a que el periodo de Belzu fuera deliberadamente condenado y el de Ballivián desmedidamente enaltecido. Veamos:

    "El partido de Ballivián —afirma Manuel Rigoberto Paredes— que después se calificó de Rojo, con el que hasta hoy se le conoce, tuvo la suerte de contar en su seno con los dos únicos historiadores: Manuel José Cortez y Luis Mariano Guzmán, que escribieron con alguna detención y mucha parcialidad sobre aquel periodo, que lo calificaron como el gobierno de la plebe ignorante y arbitrario. Este criterio carece de verdad".56

     

    La aristocracia no dejó de conspirar contra Belzu.

    Uno de los rasgos más característicos del gobierno de Belzu es la intranquilidad extrema bajo la cual desarrolló su administración gubernativa, pues las revueltas se sucedían una tras otra en los más alejados confines de la patria, alentados principal, aunque no exclusivamente, por los caudillos aristocratizantes encarnados en las figuras de Ballivián y Linares.

    «El gobierno de Belzu —dice por lo mismo Víctor Santa Cruz— fue, sin duda alguna, el más lleno de intranquilidad y de zozobra. Casi no pasó un mes en calma, pues desde el primer día hasta el último de su Presidencia tuvo que ocuparse de sofocar motines, conspiraciones y revueltas que se producían ora en los lugares más alejados de la sede de gobierno».57

    Nicanor Aranzaes contabiliza un total de cuarenta y dos cuartelazos que Belzu tuvo que sofocar entre 1849 y 185558—como vimos anteriormente— que sin lugar a dudas confirma plenamente la apreciación de Víctor Santa Cruz.

    «Parecía —añade el propio Santa Cruz—, que todos los opositores no hubieran querido darle ni un momento de tregua, ni un día de descanso y que ni siquiera se hubieran deparado algunos momentos de sosiego para ver los resultados de la intensa acción gubernativa que desarrollaba pese a cuantos factores contrarios tenía que vencer».59

    Este incansable y enfermizo afán conspirativo en el que estaban inmersos los representantes de la aristocracia criolla encuentra una de sus principales causas en el hecho de que Belzu —por primera vez en la historia de Bolivia—, hizo partícipes de ciertas ventajas de la democracia a las masas de 'cholos' e 'indios'. Alipio Valencia Vega dice, respecto a esto:

    «Indudablemente, a Belzu le exasperaba el empecinamiento conspirativo de la oligarquía terrateniente que no podía aceptar de ninguna manera que la democracia pudiese significar siquiera un leve resquicio para que la plebe mestizo-indígena pudiese tener la más mínima participación en la orientación y conducción del Estado, y mucho menos en el desempeño de las funciones directrices y decisorias, sino en cualesquiera de los más bajos y mezquinos empleos de la administración pública...».60

    Gabriel René Moreno describe a Ballivián y Linares como los mayores conspiradores de ese periodo, quienes, cuando llegaron al mando de la Nación, combatieron despiadadamente a aquellos que se atrevían a complotar contra ellos. Dice al respecto:

    "Los conspiradores más obstinados: Ballivián y Linares, subidos al mando fueron verdaderos tigres contra las conspiraciones. Esta inconsecuencia perversa al ejercer el poder justiciero, esta severidad sanguinaria destituida de autoridad moral, no la perdonan jamás pueblos de índole compasiva como el boliviano. En cuanto al otro resentimiento diré, que los ultrajes a personas y los escándalos domésticos de Ballivián fueron los primeros y más denigrantes que observaba el pueblo en aquel alto sitio y en una colmada personalidad nacional".61

    Antes de seguir, conviene detenernos brevemente a analizar la figura de Ballivián, uno de los personajes más enaltecidos por nuestros historiadores... Pero en realidad, ¿quién era Ballivián? Dejemos que sea Gabriel René Moreno, quien responda nuestra interrogante, al comentar los rasgos biográficos de este personaje, pergeñados por un asiduo y obsecuente seguidor de aquél:

    "La Paz hecha, hecha la nueva patria, el joven [Ballivián] volvió al servicio de las armas en el ejército nacional. Los ascensos corrieron entonces, a la par de sus años, no se sabe con cuales merecimientos. Era de familia rica y linajuda. De lo que acerca de sus mocedades cuenta el biógrafo [José María Santivañez] se deduce claramente que apenas sabía leer y escribir. Su ortografía fue desastrosa toda la vida".62

    El juicio de Moreno al respecto es claro, y deja, más bien, al descubierto el afán de crear y cuidar la imagen de Ballivián por encima de las de otros líderes de su época, haciéndolo ver como un hombre culto, de finos modales, buen juicio y sanos pensamientos.

    El mayor servicio que la Patria le debe a Ballivián es el triunfo de Ingavi, aunque debemos tener presente que la invasión de Gamarra fue promovida por el propio caudillo de la aristocracia boliviana, con el único propósito de encaramarse en el poder como el salvador de la nación.

    Volviendo a nuestro tema, conviene mencionar que la casta aristócrata —a la que pertenecían y representaban esos dos conspicuos y despiadados conspiradores: Ballivián y Linares a quienes nos referimos en párrafos anteriores— hasta ese entonces había reservado para sí todos los privilegios emergentes de la práctica de una «democracia» mal entendida y peor aplicada, amén de utilizada de manera exclusiva para la perpetuación de sus prerrogativas, en desmedro de la gran mayoría de la población boliviana. En esa perspectiva, no permitía que 'cholos' e 'indios' ocupasen el sitial que les correspondía.

    No obstante, a pesar de esa tenaz oposición, Belzu dio importantes pasos al profesar en los primeros meses de su gobierno un socialismo republicano, impulsado y asentado en el afán de lograr mejoras entre los miembros de las clases y castas desposeídas de la sociedad boliviana,63 y más aún en los años posteriores de su gobierno cuando su pensamiento evolucionó hacia el republicanismo democrático, al consolidar las instituciones republicanas en Bolivia.

    En efecto, Belzu, en los primeros meses de su gobierno mostró una abierta tendencia hacia el socialismo, entendido éste como corriente ideológica opuesta al individualismo y contraria a la vigencia de la gran propiedad privada, esto se hizo patente a través de algunos decretos promulgados y sobre

    todo mediante sus discursos y proclamas lanzadas directamente al pueblo cuyo contenido es precisamente de inspiración socialista.

     

    2. Belzu consolidó las Instituciones Republicanas en Bolivia.

    Espíritu igualitario de la República.

    En lo concerniente a la consolidación de la república por parte de Belzu, cabe manifestar que esta situación ha sido, tradicionalmente mal interpretada, e inclusive torpemente considerada por los historiadores tradicionales y antipopulares. Veamos, por ejemplo, qué dice, respecto a ello Alcides Arguedas:

    «La preocupación, el ideal de pueblo en Belzu, era la idea fija de un cerebro sin cultura [sic] y formado entre el parloteo insustancial de doctores y letrados esclavizados por la letra muerta de sus lecturas, pero incapaces de atinada reflexión sobre el alcance filosófico y moral de los dogmas políticos aplicados ligeramente a pueblos todavía informes en su estructura social./ Belzu confundía el concepto pueblo con el de fuerza; el concepto democracia con el de igualdad absoluta, y su caso podía definirse así: un hombre limitado y sin criterio histórico alucinado con un principio falso [sic]...».64

    Estas expresiones desprovistas de juicio ecuánime, y, más bien contrariamente sustentadas al calor de pasiones políticas, impiden tener una visión cabal de los acontecimientos.

    El citado historiador no acepta por obvios prejuicios de orden social, la igualdad entre todos los hombres, aspiración máxima de la república que se precie de tal. «La República —dice por ejemplo Elorrieta y Artaza— fomenta un espíritu igualitario, que tiende a anular toda jerarquía social, difunde un ambiente de amplia libertad y debilita el respeto a las fuerzas tradicionales, porque educa al pueblo a guiarse más por la razón que por el sentimiento».65 Así, la república, «por el desenvolvimiento natural de sus principios igualitarios, tiende a acabar con todos los derechos especiales...».66 El tratadista vasco echa por tierra la posición sustentada por Arguedas, sin siquiera conocerlo.

    Con el criterio del citado historiador 'liberal', a todas luces antojadizo y, por ello, poco valedero, Arguedas añade:

    «... Y fué Belzu, con su manía de un democraticismo incoherente, quien despertó en la masa la noción de su poder como fuerza numérica. Y es de esa época que se han generalizado esos conceptos del 'pueblo soberano, altivo y viril; gran pueblo', etc., etc., con que los semiletrados ambiciosos exaltan a las turbas desatentas, impulsivas y sin carácter...».67

    Este «democraticismo incoherente» al que despectivamente alude Arguedas no es otro que el ejercicio de los derechos del pueblo, expresados patentemente en las intenciones y los actos del mandatario orientados a mejorar la situación de 'cholos' e 'indios', que no siempre se cristalizaron, ya que en la nación recién constituida las condiciones no eran propicias para soportar un cambio radical en sus estructuras; a ello debemos sumar la tenaz oposición de la aristocracia criolla, cuyos miembros defendían conscientemente y con denuedo la conservación de sus privilegios.

    Cabe considerar, en lo relativo a la legitimidad de la intervención popular en la vida política del país, que uno de los políticos más preclaros de la época, Tomás Frías, en carta dirigida a José Ballivián de quien era amigo y consejero, sugiere a éste aprovechar la fuerza de las masas, para ganar adeptos. Arguedas, al comentar este asunto dice:

    «Es que el problema político para Ballivián iba presentándosele ahora bajo un nuevo aspecto merced a las sugestiones de su amigo y consejero don Tomás Frías, quien, desengañado por el sistema de la violencia empleado hasta entonces, pensaba que siendo un hecho innegable la introducción de las masas en la política, era preciso aprovechar de esa fuerza en servicio propio, aunque sin caer en la demagogia de Belzu para atraerlas primero y dominarlas después».68

    La posición asumida en ese entonces por Tomás Frías, significa —de alguna manera—, una visionaria apertura hacia las nuevas corrientes político-ideológicas, y hasta puede sostenerse que, en líneas generales, tal actitud es similar a la sustentada por Belzu.

    Sin embargo, la propuesta de Frías, dada la aversión de Ballivián por las masas, quedó en el papel como un documento para la posteridad y nada más.

    Ahora bien, la primera incursión del pueblo, o dicho de otra manera, de las masas de mestizos e indígenas, en el ejercicio de la democracia, al amparo de Belzu, estaba condenada al fracaso. Sobre esto Lora dice:

    «La derrota de la 'democracia' basada en el apoyo del artesanado y de los campesinos estaba decretada. Los gremios, los colonos y los comunarios no tenían la posibilidad de luchar indefinidamente contra el capitalismo y menos de aplastarlo. Esta era una verdad para 1850 y lo es para ahora...».69

    En esas circunstancias mal podría esperarse que el gobierno de Belzu cambie radicalmente las estructuras vigentes. Fue —en su tiempo— revolucionario, pero tropezó con escollos insalvables que le impidieron llevar a la práctica sus propósitos.

     

    Igualdad ante la ley, pero no en la realidad de los hechos.

    Hay que tener presente que los postulados de la igualdad absoluta entre los hombres como fruto de la república, en la práctica nunca prosperaron. Veamos, por ejemplo, lo que sucedió en Estados Unidos de Norte América, después de su independencia del poder inglés. En efecto, Gumercindo Azcárate sostiene que:

    «Al propio tiempo los norte americanos, inspirándose más en las doctrinas de los filósofos franceses que en las tradiciones inglesas, proclamaron en la célebre declaración de su independencia a la igualdad natural de todos los hombres y los derechos inalineables con que Dios ha dotado a toda la especie humana. Y, sin embargo, los norteamericanos se olvidaron de estos derechos cuando los reclamaron los indios, primero, los negros después, y los chinos en estos momentos [el texto del que tomamos la transcripción data de 1883]».70

    En Bolivia ocurrió algo similar, pues los 'indios' y los 'cholos', no fueron en su gran mayoría partícipes de la democracia, y, en ese sentido, de la igualdad de derechos ciudadanos, sino hasta 1952, aunque en los papeles, todos los bolivianos tenían derechos por igual desde la primera Constitución que data de 1826, hasta la de Belzu, sancionada en 1851.71 No hay que perder de vista que aún en las de nuestro siglo, se establece el principio de la igualdad ante la ley entre todos los bolivianos. A ello hay que sumar que la llamada república no significó en Bolivia ningún cambio en las estructuras sociales y económicas, y muy pocos en las de orden político respecto del precedente régimen de dominación hispano colonial.

    «El efecto de esta falta de transformación de la estructura económico-social del país —sostiene Alipio Valencia Vega—, al que se le impuso, sin embargo, una cobertura político-jurídica demo-crático-liberal, fue la tergiversación de la democracia como régimen de vida político-social. No hubo transformación del régimen agrario feudal porque subsistió el tipo de propiedad colonial y el régimen de trabajo servil impuesto a la vasta indiada nativa. No hubo, en otro aspecto de la economía, promoción ninguna hacia el capitalismo mercantilista y los talleres artesanos, típicamente medioevales, continuaron subsistentes en las ciudades y centros urbanos bolivianos, y no se insinuaron siquiera, ni por asomo, las empresas primitivamente capitalistas».72

    Indudablemente esta situación, fue la que motivó a Belzu a buscar el camino de la liberación, tanto de las masas de mestizos e indígenas, cuanto de la propia nación, preparándolas previamente en el aprendizaje de la democracia.

    Lo cierto es que esa ardua labor debió haberse hecho efectiva con el advenimiento de la república, es decir, con el nuevo sistema de gobierno político-administrativo impuesto, en 1825, paralelamente debió realizarse una serie de cambios —absolutamente necesarios— en las estructuras coloniales heredadas del anterior régimen de dominación hispano colonial. Dice respecto a esto Alipio Valencia Vega:

    «La revolución económico-social no operó [sic] y sólo se realizó la 'revolución' político-jurídica con la creación legal del Estado democrático liberal».73

    Este fue, entonces, el único cambio de trascendencia que tuvo lugar con el advenimiento de la república, pues las demás instituciones permanecieron intactas.

     

    La democracia en la política de Belzu.

    El caudillo supuso, pues, que la imposición de la democracia como sistema de gobierno que permitiera la participación del pueblo en los organismos de poder del Estado, era el camino a seguir para materializar una verdadera revolución que echara por tierra las subsistentes instituciones coloniales.

    La prensa de Belzu se hacía eco de las doctrinas republicano-democráticas, y vertía conceptos de la siguiente factura:

    «.. .El pueblo desconoce las impropias distinciones de indios, cholos, decentes. No puede haber en Bolivia sino bolivianos, todos iguales, hermanos, sometidos á las mismas leyes./ El pueblo quiere que desaparesca en fin del todo el réjimen de la conquista; que el impuesto del dinero sea proporcionado á la fortuna de cada uno; que el impuesto á la sangre sea igual para todos».74

    De esa manera, las doctrinas propugnadas por el líder carismático de las masas, se difundían también por medio de la prensa que tenía a su servicio.

    En otra ocasión, un periódico cochabambino dijo:

    «La democracia es el gobierno del pueblo para el pueblo. Esta es la hermosa definición que hemos oído dar de la forma de gobierno que más se acerca a la libertad./ Ella envuelve la idea de su atributo esencial, no esplicando el sistema de un pueblo gobernándose a sí mismo, en masa, si no estableciendo el sistema representativo...».75

    Precisamente el gobierno de Belzu se caracterizó por establecer en el país el sistema de gobierno representativo en virtud del cual los electores nominarían a quienes hablarían en nombre suyo y supuestamente defenderían sus intereses. La democracia belcista tenía esa peculiaridad. El pueblo era el que mandaba a través de sus representantes: Belzu, y los hombres de su partido.

    Al comentar la democracia practicada por Belzu, Alipio Valencia Vega pone de relieve que:

    «Consideró [Belzu] que la afirmación de la democracia como forma de gobierno era suficiente para realizar esa revolución y creyó que la aristocracia terrateniente, sólo había proclamado en 1825 la democracia para no realizarla, pero que su gobierno apoyado en las masas plebeyas buscaría la ejecución de la democracia, con la presencia efectiva del pueblo en el gobierno y que eso sería suficiente para la estricta realización del régimen democrático, y de la liberación del pueblo».76

    Belzu, entonces, en el transcurso de su gobierno, trató de liberar a las masas —según Alipio Valencia— mediante la aplicación de la democracia.

    Lo cierto es que ese criterio coincide plenamente con la esencia republicana de la ideología del caudillo, en su afán de lograr la igualdad entre los habitantes del país, al eliminar las distinciones de casta, tan marcadas en esa época.

    No debemos olvidar, finalmente que Manuel Isidoro Belzu fue el gobernante que instauró, en nuestro país, el régimen de la transmisión del poder por vía democrática. Este acto del mandatario, como todos los de su gobierno, fue criticado severamente por la mayoría de los historiadores bolivianos que enjuiciaron su régimen, con el argumento de que «eligió arbitrariamente» a su sucesor, y que efectuó un fraude electoral.

    Sin embargo de ello, es importante conocer el criterio de otro historiador: don Rigoberto Paredes, quien más ecuánime en su juicio, sostiene que "en las elecciones que habían tenido lugar [...] el año 1855, el general Jorge Córdova había obtenido 9.388 votos para la Presidencia de la República, el doctor José María Linares 4.194 y el coronel Celedonio Ávila 830, siendo proclamado el primero Presidente Constitucional de Bolivia por mayoría absoluta de sufragios. Las elecciones fueron relativamente correctas, absolutamente perfectas no las ha habido en Bolivia, por ellas se comprobó que Linares no contaba con la mayoría de la Nación. Los partidarios de Linares triunfaron en las capitales de Sucre y La Paz y en algunas provincias. En Potosí, su ciudad natal, perdió la elección. Las cifras anotadas ponen de manifiesto que los fraudes electorales fueron insignificantes, a no ser que se suponga que el partido belcista no contaba con ese escaso número de electores, lo cual estaría desmentido por la realidad de los hechos. Los partidarios más obsecados [sic] de Linares, confirman que no hubo coacción oficial, y esto basta para abonar la conducta de los que presidieron aquellas elecciones".77

    También es ilustrativo, sobre este particular, tener en cuenta las siguientes palabras pertenecientes a Víctor Santa Cruz:

    «Pese, sin embargo, a las tachas ciertas o atribuídas de la elección realizada el Io de mayo de 1855, lo evidente, lo que nunca puede ser desmentido, es el hecho de que el gobierno de Belzu dió una alta lección de democracia, al convocar por primera vez en Bolivia a una elección para designar por voto popular y directo al Presidente de la República».78

    Esa elección, que derivó en la primera «transmisión legal» del mando de la república: la que llevó al poder al general Jorge Córdoba —yerno de Belzu, que gobernó Bolivia entre 1855 y 1857—, marca una etapa de gran importancia en la historia patria, puesto que representa la primera sucesión republicana del mando, ya que hasta ese entonces, todos los jefes de gobierno se hicieron cargo de los destinos de la patria mediante los consabidos «cuartelazos» y «golpes de Estado», verdaderas rémoras en nuestra historia, que sirvieron para encumbrar en el poder a representantes de la soldadesca no siempre caracterizados por atributos de buenos gobernantes, o de jefes sensatos de Estado, por lo menos.

    En los meses previos a la realización de las elecciones de 1850, el Ministerio del Interior por orden expresa de Belzu emitió una serie de circulares por las cuales se prevenía a las autoridades ejecutivas que «guarden absoluta prescindencia en las elecciones, y que la menor coacción que se descubriere, sea castigada de un modo ejemplar, y sin la más pequeña consideracion ni disimulo con arreglo al artículo 122 del Código Penal».79 Esta misma línea debió seguir, con toda seguridad, el Mandatario, cuando, en 1855 entregó el poder a Córdoba tras la adopción de la vía de la elección del gobernante por voluntad del pueblo.

    Belzu no divagó, pues, sobre la doctrina republicana, sino que llevó a la práctica sus postulados al aplicar en nuestro país la democracia representativa de ciudadanía formalmente libre.80 Todos eran iguales ante las leyes, pero en la práctica existían marcadas diferencias.

    Por ello, verbigracia, el número de votantes estaba limitado por una serie de requisitos que necesariamente debían cumplir los ciudadanos. En ese sentido, sólo aquellos que sabían «leer y escribir», y tenían «un capital de cuatro cientos pesos», o ejercían «algún empleo, profesión, ciencia, arte u oficio» que les proporcionara «la subsistencia, sin sujeción a otro en clase de sirviente doméstico», gozaban «del derecho de sufragio en las elecciones».81 Estas disposiciones reducían a una minoría el grupo de ciudadanos que ejercía sus derechos electorales en las urnas. Así, en las elecciones de 1855, sufragaron solamente 14.414 individuos.82

    Es importante tener presente —como punto de referencia— los datos sobre la población boliviana obtenidos en 1854, en el censo realizado bajo la administración de Belzu. En esa ocasión, se contabilizó un total de 2.326,126 habitantes,83 de los cuales 634.345 eran blancos y mestizos; 931.781, indígenas, y, 760.000, «indios bárbaros».84

    Estos dos últimos contingentes, esto es, el de los 'indígenas' e 'indios bárbaros', estaban casi por regla general completamente al margen de toda actividad política, pues carecían de derechos. Ahora bien, de los 634.345 blancos y mestizos, 195.456 eran mujeres, y 266.843 niños y niñas, grupos que no eran incluidos en la práctica de la democracia. Quedaba, entonces, una fracción 72.049 individuos, de la cual sólo 14.414 personas tenían la posibilidad de votar, por la «depuración» que significaba el cumplimiento de los requisitos exigidos por el reglamento de elecciones.

    Sin embargo, debemos considerar que entre los miembros de los primeros grupos existieron indígenas que excepcionalmente tuvieron acceso a la democracia al haber cumplido los requisitos exigidos por la ley.

    De estas cifras se deduce que únicamente el 0,62 por ciento de la población boliviana tenía en sus manos la elección del presidente de la república.

    Sobre este asunto, son ilustrativas las siguientes palabras de Hans Kelsen:

    «Se llama democracia a lo que no es sino el dominio aristocrático de una clase; así, por ejemplo, la democracia clásica, en la que el número de ciudadanos activos, frente a la masa de los desposeídos de derechos políticos (por la economía de esclavos), era casi insignificante».85

    Durante el régimen de Belzu se produjo una inversión de papeles: quienes hasta entonces detentaban el poder como privilegio de casta, se vieron repentinamente sometidos por las grandes masas populares que aplicaron una suerte de «tiranía» contra sus opresores, bajo la égida de Belzu. Ahora bien, como vimos líneas arriba, la democracia que instauró y aplicó Manuel Isidoro Belzu, fue una democracia legítima, según la concepción de Kelsen, la misma que además, sirvió por vez primera para que las masas populares hicieran escuchar su voz y avasallaran a los aristócratas a través de la voluntad de los patriciados indígenas, mestizos o artesanales que las representaban electoralmente.

    Todo este proceso fue, de algún modo, seguido y alentado por distintos órganos periodísticos que eran sustentados por el régimen. Veamos, a continuación un ejemplo para documentar nuestra afirmación:

    En 1851, una publicación eventual editada en La Paz, decía, entre otras cosas, que «ya es posible la República para Bolivia. El gobierno no olvidará los intereses públicos para ocuparse de su conservación- El pueblo no pensará ya en la destrucción

    de su gobierno para procurar la suya. Existe el necesario equilibrio entre el que manda y los que obedecen, y la República no interrumpirá su marcha [...] Ya para Bolivia terminó la aristocracia opresora, que encontraba el elevado tono de Estado solo en la mala educacion. Ha principiado la aristocracia de la virtud; y la igualdad y la libertad que son el único buen tono en las repúblicas, forman nuestro derecho imprescriptible...».86

    Así, pues, la prensa propugnaba, al igual que Belzu, la igualdad entre los bolivianos como la más elevada expresión de la democracia, como una «aristocracia de la virtud» republicana.

     

    V. El entorno de Belzu: sus colaboradores

    Belzu no estuvo solo en el gobierno como mencionamos en parágrafos precedentes. Se mantuvo en él, merced a un decidido apoyo diversos y numerosos sectores de la población, entre ellos: campesinos, artesanos, importantes fracciones del ejército, algún sector de la aristocracia y preclaras inteligencias nativas, que conformaron una fuerte alianza alrededor del caudillo. Pero dejemos, inicialmente, que sea el ilustre historiador paceño don Manuel Rigoberto Paredes quien nos dé algunos detalles al respecto.

    "El personal administrativo, que colaboró a Belzu, desde los ministros de Estado a los empleados subalternos, estuvo compuesto por gente distinguida, entre las que se encontraban inteligencias sobresalientes como Lucas Mendoza de La Tapia, Rafael Bustillo, los Aguirre, Basilio de Cuéllar [además de José Manuel Loza y otros], que no pertenecían a la plebe. Esta y la clase popular apoyaban decididamente a Belzu y es debido a este apoyo que pudo sostenerse en el poder, siempre victorioso de sus enemigos./ Juzgando al gobierno de Belzu con criterio democrático, se puede afirmar, sin temor ninguno, que fue el gobierno de la mayoría del pueblo boliviano. Esto es indudable".87

    Richard, por su parte, repitiendo conceptos vertidos inicialmente por Raúl Calderón, afirma que: "Belzu, de diversas maneras, está cerca de la nueva élite política republicana surgida con la independencia. Los miembros de su administración, ministros, prefectos, eclesiásticos, magistrados y sus asesores, son miembros de familias que jugaron un papel importante en la historia de la Bolivia republicana: Bustillo, Urquidi, Clavijo, Dalence, Moreno, De la Cruz, Cisneros, Aguirre, Urcullu, Asín, De la Tapia, Losa, Baldivieso, etc.".88

    Es pertinente enfatizar, a título de ejemplo, que Belzu, "en la parte más trascendental del desarrollo de su política internacional estuvo asesorado por Rafael Bustillo, el diplomático más cabal que ha tenido Bolivia en toda su vida republicana...".89 La adhesión de Bustillo al belcismo no fue la única de un personaje de la talla de aquél que dio solidez a las políticas inspiradas por Manuel Isidoro Belzu; como Bustillo, hubo muchos más que estuvieron incondicionalmente junto al líder carismático de las masas populares.90

    Un certero análisis de los factores que sustentaron a Belzu en el poder y de la orientación que tuvo su gobierno, es el realizado por Raúl Calderón Jemio en estos términos:

    "Belzu es producto del intenso malestar, — sostiene este historiador— que desde principios de los años 1840, se acumuló en los sectores mayoritarios y más necesitados de la sociedad. Él realizó una rápida carrera política gracias a su sensibilidad y al apoyo que recibió de los artesanos y comunarios aymaras. Además, con participación de las mayorías y al igual que Santa Cruz y Calahumana, aunque de manera más directa y radical, elaboró un proyecto orientado hacia la justicia social".91

    Entonces, cabe puntualizar que la gente que trabajó estrechamente con Belzu, —tanto desde su administración gubernativa cuanto desde las calles y contribuyó a mantenerlo en el gobierno por un lapso de algo más de seis años—, provenía de una sólida "alianza policlasista",92 como lo manifiesta Calderón Jemio, pues el mandatario contó con el efectivo y desinteresado apoyo de las masas populares —urbanas y rurales—; importantes sectores de la denominada oligarquía; la nueva élite política que se encaramó en el poder desde el surgimiento de la flamante república; artesanos y otros sectores, como también sobresalientes representantes de la casta militar y la tropa que le seguía ciegamente.

    Es, pues, un craso error de interpretación histórica pretender hacer ver que Belzu estuvo solo en el gobierno, sin norte alguno, y que se mantuvo en él únicamente merced al soporte que le brindaban las masas populares, a las que, además habría utilizado arbitrariamente en provecho propio como instrumento de venganza contra Ballivián y su casta, por un presunto ultraje a su dignidad de esposo y la consiguiente decepción amorosa que ese hecho trajo consigo.93

    La figura de Belzu está muy lejos de ser la de un tenebroso e ignorante caudillo que usurpó el gobierno para dar rienda suelta a sus más oscuras pasiones, como la venganza y el odio, valiéndose, para el efecto, de las clases desvalidas.

     

    VI. Después de dejar el gobierno. Alejamiento de la Patria.

    Una vez que dejó el gobierno en manos de su yerno, el general Jorge Córdoba en la primera transmisión pacífica y legal del mando presidencial en la historia de la nueva República, pasó a ocupar funciones diplomáticas en las cortes de Europa, que serían interrumpidas con la violenta toma del gobierno por parte del caudillo civil "moralizador" José María Linares. En este periodo (1860), encontramos a Belzu nuevamente en América, concretamente en Perú, conspirando con los ayllus aymaras de las inmediaciones del Lago Titicaca para retomar el poder.94

    Después se produciría un retorno de Belzu a Europa, que es el periodo menos conocido de la vida de este gran líder carismático de las masas populares de nuestro país.

    Aparentemente en ese tiempo, que se prolongaría por un lustro, y en su anterior permanencia en el Viejo Mundo, Belzu "empuñó el bordón de peregrino y visitó la Tierra Santa; habitó bajo la tiendas del árabe; recorrió la Turquía y el Egipto; escaló las Pirámides, y subió el Nilo hasta sus cataratas...".95

    De su estadía en Europa y su peregrinación por Tierra Santa no han sido publicados documentos que nos ayuden a conocer con exactitud la actividad que desarrolló el Mahoma Boliviano en esos largos y productivos años. Sin embargo, las escuetas referencias encontradas dan cuenta que aprovechó el tiempo para cultivarse espiritualmente dedicándose al estudio de idiomas y otras disciplinas del saber humano.

    Cuando Belzu retornó al país, con la intención de continuar participando en la vida política, en 1865, lo hizo con una visión diferente al calor de las lecturas y profundas reflexiones que realizó en sus antes aludidos viajes por el Viejo Continente y Medio Oriente.

     

    VII. Retorno de Belzu a Bolivia y asesinato. Imborrable presencia en la memoria colectiva de las masas populares.

    Sobre este retorno a Bolivia, hay también escasos documentos, pero el que es más citado por los historiadores, es el libro de recuerdos de Narciso Campero, quien, días antes tuvo una entrevista con Belzu, y que no fue solamente testigo, sino también protagonista de la muerte del general Belzu, según análisis de Tomás Molina Céspedes.

    Mucho se ha escrito y fantaseado sobre la muerte de este gran caudillo carismático de las masas populares; su asesinato se ha atribuido a un coracero de Melgarejo, al propio Melgarejo, según varias versiones de los hechos, popularizando en boca de éste el supuesto dicho de Belzu ha muerto, ¿quién vive ahora?96 y una hipotética, inmediata, novelesca y fantástica reacción de la población a favor de Melgarejo.

    El escritor Tomás Molina Céspedes brinda una versión diferente de los trágicos sucesos del 27 de marzo de ese año de 1865 que terminaron con la vida del caudillo en Palacio de Gobierno. Este abogado e investigador imputa la muerte de Belzu a Narciso Campero, apoyado en el análisis de los documentos existentes y en una nueva interpretación de los acontecimientos. Veamos las conclusiones a las que llega luego de pormenorizado estudio y análisis crítico de la documentación existente:

    "Sobre la exclamación Belzu ha muerto. ¿Quién vive ahora?, atribuida a Melgarejo, la lógica de los hechos relatados, más los testimonios transcritos, nos convencen que es históricamente falsa./ Por otra parte, la imputación a Melgarejo o a uno de sus soldados, de la muerte de Belzu, es —en nuestro concepto— equivocada. La lógica de los hechos demuestra que el disparo provino del revólver de Narciso Campero, quien así cumplió el plan de Tacna, salvando su vida y la del tirano que se encumbraría en el poder por seis largos años, que fueron de sangre, dolor, humillaciones y pérdidas para Bolivia./ Este homicidio cometido por Campero, sumado a sus actividades delatoras desplegadas en Europa en contra del mariscal Andrés de Santa Cruz, la deslealtad con los presidentes que lo protegieron y la traición al país durante la Guerra del Pacífico, fueron coronados con el Bastón de Mando de la Presidencia de la República y su paso a la historia".97

    Sea de esto lo que fuere, lo cierto es que el asesinato de Belzu privó a Bolivia de la posibilidad de contar con un mayor aporte al progreso del país, ya que el Mahoma Boliviano retornaba a la Patria con un bagaje de nuevos conocimientos adquiridos en su peregrinación y estadía en Europa y el Medio Oriente.

    También debemos tomar en cuenta que el gobierno de Mariano Melgarejo (1864-1871) —al que Belzu intentó sustituir en su postrera intervención en la política boliviana— fue uno de los periodos más nefastos de nuestra historia y significó un retroceso en todo orden de actividades.

    Sin embargo, la presencia de Manuel Isidoro Belzu, el gran caudillo de las masas populares en el imaginario de indígenas y campesinos —sobre todo en las vastas áreas rurales esencialmente altiplánicas— quedó profundamente arraigada, tanto es así que aún al finalizar la antepasada centuria, todavía los campesinos que le conocieron y le veneraron en vida, prendían velas a su imagen, como si se tratara de un santo.

    Esa imborrable presencia da cuenta de la gran influencia que tuvo Manuel Isidoro Belzu en la población indígena y campesina de Bolivia, al haberla hecho partícipe, por vez primera, de la actividad política.

     

    Consideraciones finales. A modo de cierre

    Finalmente, cabe una reflexión sobre el rol que le tocó jugar a Belzu en la historia decimonónica de nuestro país, y la forma en que tradicionalmente se enjuició su figura y administración gubernativa.

    Sin embargo, es bueno también destacar que no todos los historiadores juzgaron negativa y apasionadamente el papel de Belzu en la historia de nuestro país. Hubo historiadores neutrales y más cabales a la hora de juzgar su administración gubernamental, como Manuel Rigoberto Paredes, Víctor Santa Cruz..., entre otros probos reconstructores de nuestro pasado.

    No obstante de ello, la corriente que se sobrepuso fue la tristemente inspirada (al calor de pasiones políticas) por Manuel José Cortés, Ramón Sotomayor Valdez y Luis Mariano Guzmán, y ampliamente asimilada, "enriquecida" y difundida por Alcides Arguedas..., de gran —y hasta a veces inclusive nociva— influencia en nuestra cultura, Humberto Vázquez Machicado y muchos otros.

    Esa influencia pervive hasta nuestros días y ha cruzado nuestras fronteras. Tanto es así que algunos repetidores extranjeros siguen ingenuamente esas falacias,98 seriamente contradichas en la actualidad a la luz de nuevas y más profundas investigaciones.

    Fue a mediados del siglo pasado —concretamente en 1966— cuando se empezó a ver la historia desde otra perspectiva, a partir de la obra pionera del intelectual orureño don Ramiro Condarco Morales: Zárate el "temible" Willka, que significó un gran salto cualitativo en la concepción de nuestra historia, al escribirla e interpretarla desde la perspectiva de los indígenas, y no desde el tradicional punto de vista de las clases dominantes y sus voceros impregnados de pasiones conservadoras y liberales que obnubilaban su visión y limitaban su capacidad crítica.

    La enseñanza de Condarco vale para reescribir nuestra historia, tomando en cuenta el punto de vista de los actores despreciados o simplemente relegados o maltratados en las páginas de nuestros ya vetustos libros de historia. En este sentido, el personaje del que nos ocupamos en este trabajo, representa una de las figuras más emblemáticas de la distorsión histórica, por lo que su figura y labor merecen ser reescritas y reinterpretadas sin pasiones de ninguna naturaleza.

     

    Notas

    1.   El dato que brinda Juana Manuela Gorriti, al escribir la breve, pero significativa semblanza biográfica de quien fuera su esposo, es que éste nació, en realidad, el 4 de abril de 1811, es decir, tres años más tarde del dato comúnmente conocido, pero, sin embargo, carece de documentación de respaldo.

    2.   N. Aranzaes, Diccionario histórico del departamento deLaPaz. Casa Editora Talleres Gráficos "La Prensa". La Paz, 1915, p. 118.

    3.   V. p. e. Florencia Durán de Lazo de la Vega. Juana Manuela Gorriti. Su palabra y sus silencios. P. 24. A mediados de la década de 1990, con el colega y amigo Raúl Calderón Jemio, visitamos Oruro, Poopó y sus alrededores en busca de alguna documentación que nos diera luces sobre el posible nacimiento de Manuel Isidoro Belzu en esa localidad; sin embargo, no encontramos documentación alguna, ni resabios de tradición oral que nos permitiera afirmar aquéllo. El investigador Valerio Pérez M., En un artículo intitulado "Manuel Isidoro Belzu ¿fue realmente orureño?", [La Patria, (Or.15.Ene.2002):3.] llega a la siguiente conclusión: "Lamentablemente [Manuel Isidoro Belzu] no nació en Oruro, pero toda su infancia la disfrutó en la tierra de los urus, primero en Poopó y después en la Ciudad del Pagador. Es evidente que sus hermanos Francisco de Paula y María Remedios fueron orureños de nacimiento".

    4.   Cf. v. gr. H. Vázquez Machicado. Glosas sobre la historia económica de Bolivia. El hacendista don Miguel María de Aguirre (1798-1873). Segunda edición, Editorial Don Bosco, La Paz. 1991.P. 218 y n. 3 en la que reproduce palabras del diplomático brasileño João da Costa Rego Monteiro anotadas marginalmente en un folleto de Agustín Morales, según las cuales, tanto Manuel Isidoro como Francisco de Paula Belzu habrían sido "filhos ambos naturais de um sacristão de Oruro". Obviamente no hay documentación al respecto. Sanjines, El quijote mestizo (Historia novelada de Belzu y Melgarejo con el proceso de la demagogia y la dictadura). Editorial Centenario, La Paz. 1951. P.25.; J. Aguirre Lavayén. En las nieves rosadas del Ande Editora El País, Santa Cruz de la Sierra. 296 p.; R. Sotomayor Valdéz, Estudio histórico de Bolivia bajo la administración deljeneral D. José María deAchá. Con una introducción que contiene el compendio de la guerra de independencia i de los gobiernos de dicha República hasta 1861. Imprenta Andrés Bello. Santiago. 550 P.

    5.    "Se trata de una pedanía española, perteneciente al municipio de Caracaca de la Cruz, en la Región de Murcia. Está situada en la parte central de la comarca del Noroeste, entre las pedanías también caravaqueñas de Barranda y Moratallera de San Juan. Cuenta con una población de 1208 habitantes". (http://es.wikipedia.org/wiki/Archivel, acceso el 18 de diciembre de 2010).

    6.   Pajuela. "Paja de centeno, tira de cañaheja o torcida de algodón, cubierta de azufre, y que, arrimada a una brasa, arde con llama" (Diccionario enciclopédico Salvat, T. 4. Art. "Pajuela").

    7.   R. Salinas M., VivaBelzu. Compendio de la vida y obra del gran caudillo. Ediciones Abaroa, La Paz, 1974. P. 35.

    8.   R. Salinas M., VivaBelzu... p. 38.

    9.   R. Salinas M., VivaBelzu... p. 39.

    10.   Cf. R. Salinas M., VivaBelzu... p. 39.

    11.   R. Salinas M., Viva Belzu... p. 39.

    12.   R. SalinasM., VivaBelzu... p. 41,42

    13.   R. Salinas M., Viva Belzu... p. 42

    14.   J. Díaz Arguedas, Los generales de Bolivia (Rasgos bbgráficos) 1825-1925. Imp. Intendencia General de Guerra, La Paz, 1929. P. 432

    15.   J. Díaz Arguedas, Los generales... p. 432.

    16.   J. Díaz Arguedas, Los generales... p. 432.

    17.   J. M. Gorriti, "Belzu". En su Panoramas de la vida. Segundo tomo. Imprenta y librerías de Mayo, Buenos Aires, 1876. p. 88, 89.

    18.   F. Durán de Lazo de la Vega, Juana Manuela Gorriti. Su palabra y sus silencios. La Paz, Ministerio de Desarrollo Humano, serie "Protagonistas de la historia", 1997. p.10.

    19.   Manuel Isidoro Belzu fue asesinado en palacio de gobierno el 23 de marzo de 1865, en un confuso episodio en el que estuvieron involucrados Mariano Melgarejo y Narciso Campero, entre otros; Manuel Laguna fue fusilado el 19 de septiembre de 1850, luego del atentado contra la vida de Belzu del 6 de septiembre de ese año en El Prado de Sucre.

    20.   F. Burdet O'Connor, Recuerdos del general Francisco Burdett O'Connor. González y Medina Editores, La Paz, Cochabamba, Oruro y Potosí. 1915 p. 322.

    21.   http://members.fortunecity.com/detalles2002/prosa/gorriti/gorriti.html, con acceso el 5.Sep.2010

    22.   Diccionario enciclopédico Hispano Americano. Montaner y Simón (España), Sociedad Internacional (América), Tomo X, 1912. Art. "Gorriti (José Ignacio)".

    23.   H. Vázquez Machicado, Glosas... p. 228.

    24.   T. Molina Céspedes, Belzu. Quién lo mató? Cochabamba, 2001 p. 29, 30.

    25.   F. Durán de Lazo de la Vega, Juana Manuela Gorriti... p. 27.

    26.   J. M. Gorriti, "Belzu...", p. 90, 91.

    27.   C. Berg: "Prólogo. Peregrinaciones de una alma triste y su autora". En Juana Manuela Gorriti Peregrinaciones de un alma triste. Edición de Mary C. Berg, Stockcero Buenos Aires, 2006. P. XV.

    28.   A. Efrón, Juana Gorriti. Una biografía íntima. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998. p. 80, 81.

    29.   F. Durán de Lazo de la Vega, Juana Manuela Gorriti... p. 27.

    30.   Este criterio, en realidad, no es aceptable, porque Belzu fue un político con un proyecto claro y un extraordinario apoyo popular (campesinos, artesanos y otros sectores del pueblo), militar y de sectores de la aristocracia que lo mantuvo incólume en el gobierno por poco más de seis años, en el periodo comprendido entre el 7 de diciembre de 1848 y el 15 de agosto de 1855. Los autores han novelado sobre este tema, apasionante desde el punto de vista literario, por cierto, pero poco sostenible a la luz del análisis histórico bien documentado. Entre estos autores figuran, entre muchos otros, personajes como M. R. Paredes ("Lo pasional en la historia de Bolivia: Ballivián y Belzu". En Kollasuyo, No. 40, (LP. May). Pp. 76-91) y H. Vázquez Machicado, ("Belzu, Juanamanuela Gorriti y Ballivián. Amor y odio en la historia de Bolivia". En Opinión, Pueblo y Cultura, (Cbba.14.Abr). Pp. 13-14 y Glosas... Pp. 226-232).

    31.   J. M. Gorriti, "Belzu...". p. 91.

    32.   N. Aranzaes, Diccionario histórico... p. 119.

    33.   IM. Aponte, La batalla deIngavi. Escuela Tipográfica Salesiana. La Paz. 1991. P. 156,157, pie de página.

    34.   IM. Gorriti, "Belzu.." p. 105.

    35.   IM. Gorriti, "Belzu.." p. 105.

    36.   IM. Gorriti, "Belzu.." p. 106.

    37.   T. O'Connor d'Arlach, Los presidentes de Bolivia desde 1825 hasta 1896. Tipografía de La Verdad, La Paz. 1911. P.94,95.

    38.   I M. Aponte, La batalla... p. 205, 206.

    39.   M. R. Paredes, "Melgarejo y su tiempo". En su Melgarejo y su tiempo. Ediciones Isla, La Paz. 1962 p.45.

    40.   H. Vázquez Machicado, Glosas... p. 221.

    41.   Un estudio inicial referido al tema perteneciente a R. Duchén Condarco se publicó como: "Belzu, el líder carismático de las grandes masas populares". Enfoques, Tercera Época, Hoy, (LP.10.Ene.1993):2-4.

    42.   A.Crespo. Manuel Isidoro Belzu. Historia de un caudillo. Empresa Editora "Khana Cruz" S.R.L. Biblioteca Popular Boliviana de "Última Hora". Colección Juvenil de Biografías Breves No. 2. La Paz, P. 18.

    43.   J.R. Muñoz Cabrera. Apuntes cronolójicos dela campaña emprendida sobre el sudporel ejército libertadoral mando de S.E. eljeneralIsidoro Belzu. 1848. P. 9.

    44.   I Sanjinés. Historia de Bolivia. P. 118.

    45.   J.M. Gorriti. "Belzu...". P. 106.

    46.   E. Finot. Nueva historia de Bolivia (Ensayo de interpretación sociológica). Papelería y Editorial Gisbert y Cia S.A., La Paz, 1954. P. 237.

    47.   R. Calderón Jemio. Días de hierro y discordia. El ciclo histórico militarista en el siglo XIX. Universidad Privada Franz Tamayo, La Paz, 1995. P. 18.

    48.   V. de Raúl Calderón Jemio. La rebelión de 1858-1860 en laprovincia Omasuyos, La Paz, 1993. 55p.

    49.   T. Molina Céspedes. Belzu.. P. 46, 47.

    50.   Los historiadores tradicionales antipopulares han sido quienes de manera notoriamente sistemática han escrito acerca de los acontecimientos históricos de Bolivia particularmente inducidos por sentimientos palmariamente dirigidos por la emoción y los complejos afectivos contra las clases populares bolivianas y sus caudillos, principalmente contra Belzu. Entre estos historiadores podemos mencionar a Manuel José Cortéz, Luis Mariano Guzmán, Alcibíades Guzmán, Alberto Gutiérrez, Alcides Arguedas, Enrique Finot y Humberto Vásquez Machicado, por citar únicamente a algunos de ellos.

    51.   R. Condarco Morales. Aniceto Arce. Artífice de la extensión de la revolución industrial en Bolivia. Editorial e Imprenta "Amerindia". La Paz, 1981. P. 90.

    52.   A. Arguedas. Historia de Bolivia. Laplebe en acción. 1848-1857. Sobs. de López Robert y ca., Impresores, Barcelona. 1924. p. 74.

    53.   Sobre este trabajo, José Rosendo Gutiérrez en la primera parte de su Bibliografía Boliviana, anota que "con excepción de don Mariano Baptista, no hay un solo personaje mencionado en este libro, a quien no haya tratado desfavorablemente el autor" (Ficha 1658).

    54.   R. Sotomayor Valdés. Estudio histórico de Bolivia bajo la administracion del jeneral D. José Marían Achá. Con una introducción que contiene el compendio de la guerra de independencia i de los gobiernos de dicha República hasta 1861. Imprenta Andrés Bello, Santiago, 1874. P. 89.

    55.   R. Condarco Morales. Aniceto Arce. Artífice de la extensión de la revolución industrial en Bolivia. La Paz, 1985. P. 89, 90.

    56.   M. R. Paredes. "Melgarejo y su tiempo". En su Melgarejo y su tiempo. Ediciones Isla, La Paz, 1962. P. 51, 52. Cursivas nuestras.

    57.   V. Santa Cruz. Treinta años de historia paceña (1825-1855). Edición auspiciada por la Alcaldía Municipal de La Paz, La Paz. 1943. P. 285.

    58.   N. Aranzaes. Las revoluciones en Bolivia. Casa Editora Talleres Gráficos "La Prensa", La Paz, 1918. Pp. 106-156.

    59.   V.Santa Cruz. Treinta... P. 237.

    60.   A. Valencia Vega. Manuel Isidoro Belzu. Soñó con la "utopía" de la liberación de indios y mestizos. Librería Editorial "Juventud". La Paz. 1981. p. 87.

    61.   G.R. Moreno. José Ballivián. P. 43.

    62.   G.R. Moreno. José Ballivián. P. 17.

    63.   V.Santa Cruz. Treinta... P. 176.

    64.   A. Arguedas. Historia de Bolivia. La plebe... P. 226.

    65.   T. Ellorieta y Artaza. Tratado elemental de derecho político comparado. Teoría general del estado moderno y su derecho constitucional. Hijos de Rens, Editores, Madrid, 1916. P. 226.

    66.   T. Ellorieta y Artaza. Tratado elemental... p. 227.

    67.   A. Arguedas. Historia de Bolivia. La plebe... P. 165. Subrayas nuestras.

    68.   A. Arguedas. Historia de Bolivia. La plebe... P. 140.

    69.   G. Lora. Historia del movimiento obrero 1848-1900. Tomo I. Editorial "Los Amigos del Libro", La Paz-Cochabamba, 1967. P. 360.

    70.   G. Azcárate. Tratados de política. Resúmenes y juicios críticos. Imp. de Enrique de la Riva, Madrid, 1883. P. 227.

    71.   En efecto, el artículo 144 de la constitución de Bolívar, textualmente dice: "La libertad civil, la seguridad individual, la propiedad y la igualdad ante la ley se garantizan a los ciudadanos por la constitución" (Título X. De las garantías). Subrayas nuestras.El artículo 13 de la sancionada por Belzu, a la letra, señala: "Ante la ley en Bolivia todo hombre es igual a otro, sin mas restriccion que la que la misma ley establece por motivos de utilidad pública. Todos los ciudadanos bolivianos por nacimiento son igualmente admisibles á todos los empleos y cargos publicos, sin otra preferencia que su merecimiento ni otra condición que la que ley establece..."

    72.   A. Valencia Vega. Manuel Isidoro Belzu... p. 115,116.

    73.   A. Valencia Vega. Manuel Isidoro Belzu... p. 116.

    74.   El Republicano, Oruro, 7 de abril de 1849, No. 15.

    75.   El Meteoro, Cochabamba, 26 de agosto de 1852, No. 11. P. 1.

    76.   A. Valencia Vega. Manuel Isidoro Belzu... p. 117.

    77.   R. Paredes. "Mariano Melgarejo y su tiempo". P. 52.

    78.   V.Santa Cruz. Treinta... P. 251.

    79.   Circular de 9 de noviembre de 1849 (Colección Oficial).

    80.   Aristóteles en La política, al tipificar la democracia, la divide en cinco especies, en una de las cuales "basta la condición de ciudadano libre para que todo habitante sea declarado apto para las magistraturas" (P. 247). Guillermo Diaz Villamil, en su Diccionario político de nuestro tiempo, destaca que "las democracias pueden ser directas o representativas. En las primeras, el pueblo interviene en las funciones públicas, o por medio de asambleas populares forma primaria de la democracia, que pudo ser practicada en el Estado Ciudad de la antigüedad griega, pero imposible en los grandes estados de nuestros días, o por plebiscitos o sistemas de referéndum, en los que el pueblo se limita por lo general a aprobar o derogar las normas legislativas o nombrar a ciertos magistrados. En las segundas, es decir en las representativas, el pueblo participa en la vida pública por medio de mandatarios, dicho en otros términos, por medio del parlamento. Este, tal como lo conocemos en nuestro tiempo, tiene sus antecedentes más remotos en las cortes de León y de Castilla del Siglo XII y en la Inglaterra de la centuria décimotercera. Mas tarde, las revoluciones norteamericana y francesa, al final del siglo XVIII, marcan el comienzo de la democracia en el sentido moderno. En el siglo XIX, la mayoría de los países civilizados adoptaron constituciones democráticas" (P. 153). Más adelante, el mismo autor, al caracterizar los fundamentos de la democracia dice que para que ésta exista, deben haber "elecciones libres" con intervalos regulares; hace hincapié en que "también son esenciales en la democracia los derechos y las garantías individuales, tales como la libertad de opinión, de proceso, de asociación, de reunión, etc. y la protección frente a la interferencia obsesiva de las autoridades, salvaguardia elemental contra la persecución y detención arbitraria. Además, la democracia lleva implícita necesariamente el reconocimiento de la oposición" (Ibidem).

    81.   Reglamento de Elecciones de 30 de Septiembre de 1851. Artículo 10 (Colección Oficial).

    82.   E Reyes Ortiz. Anuario administrativo y político de Bolivia. Tomo 2. (1856). Parte no oficial. P. 151.

    83.   E Reyes Ortiz. Anuario administrativo... p. 151.

    84.   E Reyes Ortiz. Anuario administrativo... p. 152.

    85.   H. Kelsen. Teoría general del Estado. Traducción directa del alemán de Luis Legaz Lacambra. Editora Nacional, México, 1970. P. 435.

    86.   El Cholo, La Paz, 4 de enero de 1851. No. 53. P. 1.

    87.   M. R. Paredes, "Melgarejoy su tiempo...". P. 51, 52.

    88.   R. D. Arze A., "Belzu: ¿un populista?...". P. 4.

    89.   León M. Loza. Relaciones Anglo-Bolivianas. La verdad sobre la expulsión de un diplomático inglés. La Paz, Imp. Renacimiento, 1931. P. 42.

    90.   Otro personaje que estuvo al lado de Belzu fue don Gabriel José Moreno, padre del ilustre polígrafo cruceño don Gabriel René Moreno (Cf. de R. Condarco Morales. Grandeza y Soledad de Moreno Esbozo bio-bibliográfico del Príncipe de las Letras Bolivianas. Segunda Edición, El Mundo, Banco de la Unión, Santa Cruz, 1988. P. 42.

    91.   R. J. Calderón J., Días de hierro... P 17.

    92.   V. de R. Calderón, entre otros los siguientes trabajos: La rebelión de 1858-1860 en laprovincia Omasuyos. Ediciones Gráficas, La Paz, 1993. 55 P.; Días de hierro y de discordia. El ciclo histórico militarista en el siglo XIX. Universidad Privada Franz Tamayo, La Paz, 1995. 30 p. "Belzu y los ayllus de Omasuyos". En Presencia literaria (LP.28.May.1995):13-15.; "En defensa de la dignidad: el apoyo de los ayllus de Umasuyu durante su consolidación (1848-1849)". En Estudios Bolivianos, N° 2 (LP. 1996):99-110.; "Defensa del mercado interno y lucha política en Bolivia a mediados del siglo XX". En Contacto. Revista de la Universidad Mayor de San Andrés, N° 28 (LP.Mar.1998):22-27.; "Cuando la población aymara dejó de apoyar a Belzu". En Estudios Bolivianos N° 8, (LP.1999):77-87.

    93.   Es importante mencionar sobre este aspecto que una versión generalizada por la mayoría de nuestros historiadores, da cuenta que la esposa de Ballivián, doña Mercedes Coll, cierto día hizo llegar a Belzu una presunta carta de amor de Juana Manuela Gorriti a José Ballivián (algunos dicen dos..). La escritora argentina aclaró este episodio, manifestando que el texto de la presunta carta no era otra cosa que un fragmento distorsionado (corregido con tachaduras sobre el texto) de su novela inicial La Quena, que fuera escrita en la hacienda de Cebollulo, que por entonces, era frecuentada por la pareja Belzu-Gorriti. (V., por ej. De M. Mercader, Juana Manuela, mucha mujer).

    94.   Sobre este tema, puede consultarse el esclarecedor trabajo de R. Calderón Jemio. La rebelión de 1858-1860 en laprovincia Omasuyos. La Paz 1993. 55 p.

    95.   J. M. Gorriti, "Belzu.." p. 106

    96.   Cf. p. ej. de Alfonso Gosálvez Soluguren, "Jamás hubo 'Belzu ha muerto' ¿quién vive ahora? 'Viva Melgarejo'. La diplomacia chilena-Caballo de Troya". El Diario, Magazine (LP.20.Ago. 195):2 y "Belzu ha muerto! ¿Quién vive ahora? Sólo una frase de novela", Presencia dominical (LP.23.Abr.1999):6,7; de Tomás Molina Céspedes, "La exclamación ¡Belzu ha muerto! ¿Quién vive ahora? Atribuida a Melgarejo es falsa". El Diario, Magazine (16.Feb.1997):9 y Belzu ¿Quién lo mató? P. 136-138.

    97.   T. Molina Céspedes, Belzu...P 203, 204.

    98.   V. por ejemplo de A. Schelchkov. La utopía social conservadora en Bolivia. El gobierno de Manuel Isidoro Belzu. Plural Editores, La Paz, 2011, 303 P.

     

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