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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versión impresa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.10 n.46 La Paz oct. 2016

     

    INVESTIGACIÓN

     

    Pasión, emoción y realidad en el pensamiento bibliotecario de Roberto Juarroz1

     

    Passion, emotion and reality in the librarian thought of Roberto Juarroz

     

     

    Alejandro E. Parada*
    Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas - INIBI Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires.
    aparada@filo.uba.ar;aeparada@fibertel.com.ar; alejandroenrique.parada@gmail.com
    Recepción: 12 de mayo de 2016 Aprobación: 30 de septiembre de 2016 Publicación: Octubre de 2016

     

     


    Resumen

    El presente artículo presenta, en una breve síntesis, algunos de los aspectos más importantes de una de las personalidades de mayor trayectoria en la Bibliotecología de América Latina: la obra de Roberto Juarroz (1925-1995). Entre otras características de su labor, este texto señala las siguientes: el desarrollo de su pensamiento bibliotecario; su notable ejercicio docente; su construcción en favor de un bibliotecario crítico, integrado y comparatista; su constante apertura mental a la realidad social y bibliotecaria de Latinoamérica; su posición anti-dogmática; su vocación por la gestación de una lingüística bibliotecaria; y, finalmente, sus anhelos para que los bibliotecarios construyan una Filosofía de la Información.

    Palabras clave: <Roberto Juarroz> <Bibliotecología Argentina> <Bibliotecología Latinoamericana> <Aspectos teóricos> <Aspectos Biográficos>


    Summary

    This article presents, in a brief summary, some of the most important aspects of one of the most experienced personalities in the Library and Information Science of Latin America: the work of Roberto Juarroz (1925-1995). Among other features of his work, this text indicates the following: the development of his librarian thought; his remarkable teaching practice; his construction in favor of a critical, integrated and comparative librarian; his constant mental openness to the social and librarian reality of Latin America; his anti- dogmatic position; his vocation for the emergence of a librarian language; and finally, their yearnings for librarians will build a Philosophy of Information.

    Key words: <Roberto Juarroz> <Library and Information Science - Argentina> <Library and Information Science - America Latina> <Theorical aspects> <Biographical aspects>


     

     

    1 . Introducción: Bibliotecología y docencia

    Cómo comprender, aunque sea en sus puntos esenciales, el pensamiento bibliotecario de Roberto Juarroz (1925-1995)? Toda personalidad es un universo que se afinca, inefablemente, en la complejidad y el don creador de la ambigüedad. El caso de Juarroz se trata, en particular, de un hombre dotado con intereses en apariencia disímiles pero, no obstante, todos ellos entramados en una urdimbre de una riqueza insospechada y misteriosa (un término al que Juarroz apelaba con frecuencia). Poeta, bibliotecario, marino y docente, entre otros muchos quehaceres. Actividades de vida y proyecciones profesionales signadas por la pasión, por la emoción, por el amor a las bibliotecas y, principalmente, por la poesía como fundadora de una existencia propia, contundente, casi corpórea (Juarroz, Poesía vertical...; Juarroz, Poesía y creación...). En su vivencia se asentaban las formas que dan turgencia a los aconteceres más mínimos y trascendentales, tanto los concernientes al hombre que hace de las bibliotecas su residencia, como a la gestación y gravedad de los pensamientos.

    Quizás, en este intento casi imposible de aproximarse al pensamiento bibliotecario de Juarroz, es oportuno señalar las materias que dictó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, pues al identificarlas por sus nombres se manifiestan, sin equívocos, las temáticas que consideraba indispensables para la formación profesional del bibliotecario. Aunque resten algunas que expuso en otras oportunidades, las asignaturas fundamentales fueron las siguientes: Documentación General, Introducción a las Ciencias de la Información, Panorama de la Cultura Actual, Introducción a la Ciencia y la Técnica, y Bibliotecología Comparada.

    La pregunta que debemos hacernos, ante la variedad de estos títulos, es inevitable: ¿qué intencionalidad bibliotecaria nos ocultan?, ya que se tratan de asignaturas que no fueron elegidas al azar por Roberto Juarroz. Ante todo, es fundamental analizar el lugar que desempeñó en la Bibliotecología argentina. A él se debe, junto con Roberto Couture de Troistmonts, la difusión de los estudios de Documentación en nuestro país (Juarroz, Documentación). Alumno, en la Sorbonne a principios de década de 1960, de la notable bibliógrafa Louise Nöelle Malclès, de la cual fue su traductor (Malclès, La Bibliografía.), e influido por el curso sobre Documentación del Institut National des Techniques de la

    Documentation, poco después de su regreso a Buenos Aires se incorporó a la carrera de Bibliotecología y comenzó el dictado de dicha materia. Este es un punto significativo, ya que la historia bibliotecaria en la Argentina, hacia los años sesenta y setenta, estaba influenciada por la escuela norteamericana. Juarroz recuperará, a la par de Couture y Nodier Lucio, la impronta europea logrando, de este modo, una síntesis entre ambas escuelas. Las bibliotecas especializadas, para Juarroz, a partir de la Documentación, tenían la posibilidad de instrumentar una política de producción activa de documentos. Debían, pues, generar una masa de datos y textualidades que sirvieran a los usuarios y a los investigadores. Hablamos de uno de los conceptos capitales de su concepción bibliotecaria: la biblioteca como un centro integrador y activo en la generación de textos.

    Sin embargo, había una inquietud profesional en Juarroz que lo impulsó a trascender la Documentación, para acometer la empresa de formar, en un amplio panorama, a los alumnos que comenzaban con la carrera de Bibliotecario en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), en un marco novedoso y, a la vez, casi inesperado por su modernidad: nos referimos al dictado de una materia sobre las Ciencias de la Información

    (Juarroz, Las Ciencias...). En un universo donde la información impregna a todas las instancias cotidianas y pedagógicas, era fundamental, en consecuencia, establecer una tipología de estas disciplinas que, finalmente, desembocarían en el universo virtual actual. Roberto Juarroz fue uno de los primeros docentes bibliotecarios en América Latina en abordar, en forma particular, la compleja variedad de estas nuevas materias: Teoría de Sistemas, Teoría de la Información, Cibernética, Informática, Ciencia de la Información, Estudio de los Medios de Comunicación Masiva, las que se integraban, en un conjunto dinámico, a la Archivología, Museología y, Bibliotecología y Documentación. Es así como los alumnos que comenzaban la carrera de Bibliotecario, al inicio de la cursada, tenían una visión de la envergadura de esta profesión, destinada a estar en la vanguardia de los avances tecnológicos relacionados con la Informática. Los bibliotecarios, entonces, en el devenir de las reflexiones de Juarroz, tienen que estar preparados para producir documentos (no solo almacenar y diseminar) y, asimismo, estar capacitados para apropiarse de los avances de las nuevas tecnologías de la información.

    Pero todo esto solo podía plasmarse en un contexto determinado, en gran parte, por la mentalidad expansiva de Juarroz: el bibliotecario debe de tener, además y por sobre todo, una vocación y un acontecer humanista en el ejercicio de sus prácticas y representaciones. Por supuesto, esta formación desde las Humanidades y las Ciencias Sociales, estaba implementada por materias abarcadoras fundamentales. Nos referimos a Panorama de la Cultura Actual e Introducción a la Ciencia y la Técnica. En el desarrollo de las clases de estas dos asignaturas, Roberto Juarroz lograba una de sus pasiones fundamentales: la unión de las dos culturas, esto es, de la humanista y de la científica. Tal como lo sostenía C. R Snow, es indispensable trabajar por articular en un solo cuerpo esas dos galaxias, en apariencia disímiles, formada por la cultura de los intelectuales y por la de los científicos (Snow). El humanismo de Juarroz, de cuño francés y europeo, solo tenía sentido cuando se unía con la técnica y los avances científicos. La cultura del bibliotecario, sin duda, alcanza su máxima expresión en esta íntima interrelación de la ciencia con las virtudes humanísticas.

    Finalmente, una materia bibliotecaria con perfil e inclinación internacional: la Bibliotecología Comparada. Una de las encrucijadas de mayor presencia en Latinoamérica se identifica con su localismo. Es de real interés aprender como los bibliotecarios de otras latitudes solucionaron, en diversas épocas y, en condiciones divergentes, los problemas relacionados con la gestión de sus bibliotecas, para intentar responder a nuestras demandas con las soluciones que se llevaron a cabo en otros países. Saber cotejar lo local con lo foráneo y, a posteriori, tratar de reflexionar sobre su implantación, luego de un proceso de adaptación al universo de América Latina según sus necesidades, era para Roberto Juarroz de una importancia fundamental, ya que su instrumentación, de hecho, implica el fomento y el desarrollo social de las bibliotecas latinoamericanas (Juarroz, Guatemala...). La mirada bibliotecológica, en este punto específico, debe de ser al unísono local e internacional. Hacer, pues, de la Bibliotecología una disciplina con vocación mundial para todos y, en modo especial, una herramienta destinada a la construcción de una ciudadanía más libre y democrática. Los bibliotecarios, para Juarroz, son constructores de nuevas y más plenas ciudadanías.

    En líneas generales, y por intermedio de las materias que enseñó el profesor Juarroz, es posible determinar gran parte de sus orientaciones bibliotecarias. El resumen es sencillo, pero su riqueza conceptual posee una gran diversidad que excede el presente ensayo. Producción de textos (el bibliotecario debe escribir y publicar), un perfil heredado de la Documentación; discernimiento detallado del mundo de la información y de sus tipologías, una visión en perspectiva hacia la sociedad virtual; unión de las dos culturas, en un nexo dialéctico entre la formación científica y humanística; y la cosmovisión local proyectada hacia lo internacional, una Bibliotecología con vocación universal, en cuanto a objetivos, normas, control y difusión de la información para todos son, indudablemente, los pilares fundamentales del pensamiento bibliotecario de Juarroz a partir de su labor docente.

    En este contexto, pues, la enseñanza era para él una misión sagrada (Ortega y Gasset). La educación que propiciaba Juarroz fue una educación que alentaba el libre albedrío del individuo para pensar, criticar y reflexionar. El objetivo del auténtico maestro es acompañar a sus discípulos hasta los umbrales de la soledad. Allí, una vez despojados de las ideas preconcebidas, los individuos deben pensar por sí mismos para forjar un pensamiento propio y creativo. Y en estas circunstancias, aparece otro de los tópicos claves de la educación bibliotecológica según Roberto Juarroz: el pensamiento sin dogmas. Esto significa, en nuestra profesión, formar bibliotecarios sin credos religiosos, ni políticos, ni filosóficos. Una buena educación, cualquiera sea su método, solo debe aspirar a formar seres independientes y antidogmáticos. Cualquiera que haya concurrido a una de sus clases sabe que esta premisa era palpable en el aula. Un impulso que Juarroz acompañaba con la expresividad única de sus manos en movimiento, como si ellas tuvieran un código secreto y palpitante, distinto -y a la vez igual- de las palabras. Porque Juarroz, en realidad, era todo pasión y emoción por las palabras. En sus clases, todos nos guarecíamos bajo el techo cautivador de su léxico mágico. Pero lo importante para un alumno era descubrir, al promediar el curso, cuando aún quedaban clases por degustar, la idea central que enlazaba, en un invisible tejido, a Roberto Juarroz como bibliotecario, como poeta y como docente, esto es, la palabra como realidad. Podríamos agregar, sin apartarnos de su pensamiento, que en sus clases comenzaba a gestarse un bibliotecario modelado a través de la materialidad del lenguaje (Parada, "Roberto Juarroz.".).

     

    2. El pensamiento bibliotecario de Juarroz en acción

    La trayectoria de Roberto Juarroz como poeta es conocida por todos. Su vida transcurrió en la imperceptible construcción de esa realidad aún más concreta que el mundo real, a la cual llamaba, simplemente, poesía (Juarroz, "Poesía y realidad..."; Juarroz, Poésie.).

    Pero la riqueza de su personalidad abarcó también una profesión que amó sin claudicaciones: la de ser bibliotecario. Tarea a la que le dedicó, además del infatigable trabajo cotidiano, el don de la escritura acerca de lo que pensaba de la Bibliotecología. Conocía como pocos, además, la situación bibliotecaria de América Latina, ya que fue el organizador del Curso audiovisual de Bibliotecología en esa heterogénea geografía (primera experiencia mundial de dicha metodología pedagógica), lo que le permitió determinar, en detalle, la complejidad, desamparo y virtudes de las bibliotecas de América Central y del Sur (Juarroz, El curso...). Por otra parte, esta experiencia se materializó en distintos frentes bibliotecarios: referencista de la Biblioteca Central de la FFyL-UBA; director, en varias oportunidades, del Departamento de Bibliotecología y Documentación de esa casa de estudios; experto de la UNESCO y la OEA en diversos países, tales como Guatemala, Bolivia, Chile, Ecuador, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Venezuela, entre otros.

    No obstante, en sus contribuciones hay tres trabajos indispensables, de lectura obligatoria, para abordar y estudiar el pensamiento de Roberto Juarroz sobre el mundo de las bibliotecas. Ellos son: El bibliotecario hoy y la crisis profesional Juarroz, "El bibliotecario...".), Filosofía de la información (Juarroz, "Filosofía..."), y La década del 90: la Bibliotecay laprofesión hacia el año 2000 (Juarroz, "La década..."). A partir de esos escritos es factible pasar revista al conjunto de ideas que sostenía como bibliotecario. Intentaremos esbozar, entonces, en una apretada síntesis, sus principales aportes profesionales (Parada, "El pensamiento...".).

    En primer término, el concepto vital de sus reflexiones se centraba en el conflicto latente que se presenta entre información y conocimiento. Para él, el bibliotecario debe tener la capacidad de distinguir y seleccionar aquello que es pertinente y relevante y, de este modo, descartar la sobreinformación que satura nuestra vida. En una sociedad donde el culto al pragmatismo se torna en el alimento vital de la cultura, se corre el riesgo de perder la capacidad crítica (Simmel). Para Juarroz, el "ser y el acontecer" de la labor en las bibliotecas se funda ontológicamente en una interrogante decisiva: ¿qué es el "vivir"

    bibliotecario? Este punto no es un tema menor, pues su pensamiento, enriquecido por Heidegger (Arte y poesía), señala que la misión del bibliotecario consiste en refundar y colonizar su cotidianidad, no con la saturación de datos y contenidos casi vacíos, sino, por el contrario, a partir de la comunicación y el diálogo (con los lectores y la corporeidad de los textos) para tratar de llegar al conocimiento y, eventualmente, en ocasiones supremas, a la sabiduría. De modo tal, que el acontecer de nuestra profesión se recrea con el hechizo de la palabra comunicada y dialogada. Para Roberto Juarroz las bibliotecas son centros de entropía negativa (Wiener), es decir, enclaves de preservación y transmisión del saber humano, donde la energía se concentra en vez de disiparse.

    Los bibliotecarios, bajo esta óptica, son individuos que construyen el ámbito, constante y entrañable, donde se representa "el diálogo de la dignidad del hombre" (Pérez de Oliva).

    La totalidad de estos aspectos que hacen a la visión teórica y filosófica de Juarroz constituyen, sin duda, una concepción muy particular y específica de su misión como pensador de la Bibliotecología. Esta situación, empero, no debe llevarnos a cierto engaño o desconsideración de su ingente tarea en el ejercicio profesional. Ser bibliotecario para Juarroz no es otra cosa que llevar a la práctica, en su dramatismo y agudeza máxima, la noción de "darse a una persona" -que demanda información- como punto de partida para llegar, tarde o temprano, a los umbrales más fecundos de nuestra existencia.

    La intensa maduración profesional que alcanzó le llevó a dejar de lado el debate, ya sin salida, acerca de si la Bibliotecología era una ciencia, un oficio, una técnica, o un arte. En sus últimos tiempos ya había llegado a una introspección "vertical" de esta disciplina, en una posición similar al título que dio a su notable poesía, pensamiento que puede sintetizarse del modo siguiente: ser bibliotecario es transformarse en un agente dinámico que se define desde el servicio social hacia y para los otros. Es un intento desesperado, en definitiva, por impregnar nuestro yo con la otredad palpitante del usuario.

    Su amplia experiencia a lo largo de América Latina, continente que admiró por su diversidad cultural, le llevó a confirmar esta reflexión que compartió con la profesora Josefa E. Sabor: la necesidad de adaptar la influencia bibliotecaria anglosajona a la realidad latinoamericana (Sabor). Es por ello, y gracias a su experiencia docente, que Juarroz no se cansaba de sostener a la lectura como el único elemento capaz de auspiciar la verdadera revolución silenciosa que permitiría a los latinoamericanos una mejor movilidad en la sociedad y un fértil compromiso con el espíritu crítico.

    Por otra parte, su relación con las habilidades tecnológicas que definen la tarea bibliotecaria fue, decidida e insoslayablemente, paradigmática. En esta encrucijada no desistía en afirmar que las capacidades técnicas, en última instancia, limitan y tienden una trampa, pues estas habilidades deben ser enseñadas y trasmitidas (sin discusión alguna) en cada Carrera y Escuela de Bibliotecología, del mismo modo con que se comunican (y no se discuten) las capacidades instrumentales de un cirujano. Sin embargo, la advertencia es de otro cariz, de otra profundidad, de un sentimiento distinto: para Juarroz la supremacía técnica, en forma inexorable, lleva a una avidez de poder y dominio ajeno a las personas y a los bibliotecarios. De modo que centrarse en el poder técnico como agente único (ahora diríamos informático) de una disciplina es, en cierto sentido, circunscribirla a la manipulación de los hombres y sus intereses utilitarios.

    En varias ocasiones ilustró esta situación con ejemplos. Hay uno de ellos que puede aleccionarnos acerca de la actual realidad bibliotecaria, ya que todos, no nos engañemos, vivimos perdidos o alucinados en el laberinto en el cual nuestro minotauro personificado no es otra cosa que la información electrónica moderna. La anécdota que contaba Roberto Juarroz era la siguiente. En un pequeño país de América Central había un hombre que tenía una modestísima biblioteca y una mula. La pobreza extrema de la aldea, donde acontecía la historia, no permitía al bibliotecario, que era un campesino que deseaba fomentar la lectura entre sus compadres, llevar catálogo alguno de sus existencias. Su "biblioteca mínima" (así la denominaba) estaba formada por dos alforjas que se colocaban, una vez por semana, en las ancas de su animal (Juarroz, "El bibliotecario...", p. 6). Y aquí la mula toma nuestro rol profesional, ya que este campesino, con ella y sus alforjas cargadas de obras, partía a la alta montaña para llevar libros a sus lectores.

    ¿Entonces, cuál es el significado de este hecho? Es simple: no es necesario tener un gran desarrollo técnico para sostener la lectura. Por supuesto, no tendríamos razón de ser sin las técnicas profesionales y sin nuestras computadoras. Pero seríamos poca cosa sin ese fuego divino del campesino. Es más, si muchos bibliotecarios actuales tuviéramos algo de este humilde colega, tal vez podríamos ser mejores en el manejo del universo computarizado.

    ¿Qué nos diría hoy Roberto Juarroz a aquellos que trabajamos en una biblioteca? Afirmaría, sin equívocos, que en el trabajo cotidiano no perdamos la mula ni las alforjas campesinas, puesto que deben convivir en nuestra tarea de servidores sociales. Si no tenemos un catálogo, si carecemos de recursos económicos e informáticos, no olvidemos nuestra vocación de agentes comunitarios; no traicionemos así nuestra tibia capacidad de poner un libro en las manos de los lectores. (Reparemos aquí la importancia de las manos como elementos insustituibles en las prácticas de lectura). Construyamos, pues, sin temor, esa empatía de gestar un universo alternativo con nuestros semejantes, esa convivencia dinámica que implica la osadía de elaborar un solo yo con la alteridad de nuestros usuarios.

    Es importante enumerar, luego de este marco ceñido a lo que Juarroz entendía como la verdadera teoría de la Bibliotecología, alguna de sus ideas o "cuadro programático" más importantes, aunque sea en forma sumaria. Se trata de conceptos que actúan como disparadores, como diseminadores de nuestra capacidad de pensar y de amar el mundo bibliotecario, y que han sido tomados de sus escritos profesionales. Se enlistan sin comentario alguno, pues sólo intentan evocar sus expresiones, signadas por su entonación, su euforia, su clara y diáfana elocuencia y su luminosidad discursiva. Sigamos, a modo de ejemplo ilustrativo, las reflexiones que expuso bajo el título de 'crisis de la profesión' en el año 1986. Ellas son:

    •    La desmesura de la función informativa de las bibliotecas, en desmedro de las otras funciones que son irrenunciables.

    •    La compleja e infundada competencia de la documentación.

    •    El impacto no suficientemente asimilado de los medios de comunicación masivos.

    •    El "shock" de la informática.

    •    La problematización del futuro del libro y de las bibliotecas.

    •    Las imperfecciones y carencias en la formación cultural del bibliotecario.

    •    El insuficiente desarrollo de una auténtica conciencia bibliotecaria, dentro y fuera de la profesión.

    •    La indecisión profesional del bibliotecario.

    •    Las fallas culturales del bibliotecario.

    •    La falta de una legislación y una política bibliotecaria, incluyendo el estatuto profesional.

    •    Las trabas de la burocracia estatal.

    •    La crisis generalizada del sentido de servicio y especialmente de "servicio social".

    •    La escasez de investigación y teoría.

    •    La ausencia de una preparación bibliotecaria general y elemental en escuelas y universidades.

    •    La insuficiencia de las remuneraciones.

    •    Los intereses políticos partidistas (Juarroz, "El bibliotecario...". pp. 26-27).

    Estos párrafos, próximos en su estilo a los aforismos de Antonio Porchia (Voces), formulados en 1986 y recapitulados en 1990, constituyen su auténtica declaración de principios bibliotecarios y, en ese último año, merecieron la aclaración siguiente por parte de Juarroz, es decir, el contexto en el cual los situaba para su cabal compresión.

    Deseo -señalaba Juarroz- tan solo añadir una nota que en aquel trabajo [del año 1986] seguía a la recapitulación de estos dieciséis puntos: No descarto, por supuesto, la existencia de otros factores. Se trata de un cuadro abierto, perfeccionable y seguramente discutible. Detesto los dogmas, la política y los totalitarismos de cualquier signo. He pretendido tan sólo exponerles algo análogo a un provisorio cuadro de situación, sobre la base de una serie de ideas y observaciones que puedan servir para la reflexión, tanto de nosotros como de quienes importa que se interesen por estos problemas, porque estos problemas están ligados no sólo a nuestra condición profesional sino también a necesidades básicas del desarrollo de nuestro país (Juarroz, "La década del 90...". p. 7).

     

    Esta enumeración, entonces, no se centraba en un esquema de crisis profesional, sino que también apuntaba a lo que Juarroz creía como algo esencial de nuestra actividad; un posicionamiento de vida que se caracteriza por la apertura mental y el ámbito antidoctrinario que es menester que cultivemos, afanosamente, en nuestro papel de trabajadores de la civilización escrita, impresa y virtual.

    Antes de finalizar este esbozo "vertical" del pensamiento de Roberto Juarroz sobre la Bibliotecología y las Ciencias de la Información, es imperioso apelar a otras características de sus meditaciones. Ante todo, el pensamiento de Juarroz era de índole mayéutica (entendiendo este vocablo como un sendero que nos permite aproximarnos a la verdad), pues buscaba despertar, en sus colegas y alumnos, el anhelo por

    comprender los fundamentos que hacen a nuestro quehacer como profesionales. La tarea de Juarroz, en este caso, se construía y consolidaba a través del habla; es decir, gracias a una lúcida noción de lingüística bibliotecológica, que implicaba, inequívocamente, un metalenguaje intertextual del trabajo bibliotecario (Eco).

    Una frase, que no se cansaba de repetir, resume la esencia de su pensamiento: "Es necesario ir, con toda la información, más allá de la información" (Juarroz, "Prefacio...", p. 6). Estos conceptos constituyen la base indispensable para construir una metafísica de nuestra vida profesional, pues con Roberto Juarroz siempre había que ir allende las cosas, sean entes ideales o palpables. Para iniciarnos en una aproximación profunda a la Bibliotecología, como ya se ha señalado, debemos recurrir a la iluminación por la palabra, a la creación de una nueva realidad fundada en el lenguaje. Por eso cuando hablamos de esta disciplina se necesita recurrir a locuciones (adverbios, preposiciones y vocablos) de toda índole, en un intento desesperado y creador que nos brinde la ocasión de bucear en las entrañas de la profesión.

    Es sustancial, dentro de su discurso teórico, asediar a las Ciencias de la Información desde flancos y lugares opuestos, con la esperanza de fomentar la aparición de ideas súbitas e inesperadas, en un intento de transgredir el pensamiento racional en el cual se encierra cada disciplina (Escarpit). Juarroz nos dio la posibilidad de reflexionar desde la estructura flexible y maravillosa del lenguaje, en el feraz contexto que implica la peripecia de incursionar en un territorio desconocido, donde los riesgos ocultan a los hallazgos.

    Sus enunciados, ahora ceñidos de manera estricta a la Bibliotecología, en más de una oportunidad nos sugirieron (en esa animación lingüística de adverbios y preposiciones que tanto lo apasionaban) que debíamos incursionar por "encima" de ella, "dentro" de las instancias dramáticas de su lucha por ser reconocida por intelectuales y gobernantes, "hacia" el encuentro final de sus mojones fundacionales, "desde" la voz viva que conjuga el presente y la memoria de su historia, "a través" del intrincado delta de sus dudas y aciertos, "con" sus principios penúltimos y falibles, por "debajo" de su estremecedora vinculación con las Ciencias Sociales, "al lado" de sus sentimientos latentes por una técnica con vocación científica y humanista, "más allá" de la prisión de sus posibles ideologías y, por qué no, "ante" la posibilidad de su resplandor metafísico. En fin, Juarroz añoraba que los bibliotecarios abordaran esta nave que es la Bibliotecología, por momentos fantasmal y errante, con la lucidez filosófica de las mujeres y los hombres que se rebelan a transcurrir por la vida con los ojos cerrados y la mirada perdida en el vacío.

    Estos vocablos que Juarroz conjugaba con voz imponente y ademanes marcados desembocaron en uno de sus intereses más importantes: la

    necesidad de escribir una obra sobre la Filosofía de la Información. El plan de este proyecto, tal como él lo redactó, estaba integrado por los temas siguientes: 1) la posibilidad, indudable, de plantear una Filosofía de la Información, esto es, de problematizar y teorizar acerca de nuestra profesión; 2) la existencia de una metafísica u ontología de la información; 3) reflexionar acerca de la fenomenología de la información; 4) vincular dicha fenomenología con una pragmática de la información; 5) acceder, inevitablemente, a un estudio axiológico de la información; 6) intentar el asedio a las circunstancias que implican una filosofía aplicada de la información..., y otras muchas inquietudes, como una ética y una prospectiva de la información. Para, al final, culminar con un conjunto de preguntas que hacen a la esencia de nuestro trabajo: ¿es necesaria la información?, ¿no sería mejor "nada" antes que información?, ¿cuáles son las relaciones que se presentan entre la información y la creación humana?, ¿o tal vez la información no se manifiesta como una antagonista de la comunicación y del diálogo? (Juarroz, "Filosofía de la información...", pp. 16-18).

    Esta visión filosófica, en particular, consiste una de sus principales contribuciones para el impulso de dicha disciplina en la América Latina de ese entonces. Muchas de sus ideas, a casi tres décadas de distancia, se desarrollaron en un ambiente de época que, sin duda, resulta familiar en la actualidad, tanto en las concepciones filosóficas de la modernidad como en las del posmodernismo (Feyerabend; Gadamer; Kuhn). Y su capacidad visionaria, al inculcar sobre la importancia de impulsar los estudios teóricos en la formación del bibliotecario, ha dado su fruto en varios países de Iberoamérica, tales como México y España (Molina Campos; Rendón Rojas).

    No obstante, es oportuno señalar, que el pensamiento filosófico de Juarroz impactó en el área teórica de las Ciencias de la Información desde otras dimensiones; sin bien no era ajeno a ese ambiente epocal en el cual hoy transcurrimos, sus interrelaciones entre Bibliotecología y Filosofía poseían hondas raíces en la fenomenología, el existencialismo, el Zen y otros filósofos de fines del siglo XIX y de la primera mitad del XX (Jaspers; Russell; Sartre; Scheller, El puesto...; Scheller, El saber...; Suzuki).

    En este marco, por lo tanto, de vivir y sentir la cultura como un proceso de "humanización por el fervor" (Rigaud p. 24), es el lugar donde debemos ubicar a Roberto Juarroz cuando busca identificar los fundamentos teóricos de nuestra profesión. Sus dos últimos proyectos de investigación, radicados en el Centro de Investigaciones Bibliotecológicas (hoy Instituto) y, lamentablemente, sin finalizar, apuntan a dilucidar estos temas que tanto le preocupaban. Los títulos de ambos proyectos son elocuentes: Teoría general de la Bibliotecología (iniciado en 1988) y del año 1989, Las bases de las Ciencias de la Información (Fernández p. 594). Nuevamente, Juarroz, establecía el horizonte de prioridades de toda disciplina que aspira a desempeñar un significativo papel académico en el ámbito de la Universidad: su capacidad para teorizar y su lucidez para plantear un conjunto de hipótesis de índole epistemológica y filosófica (Bunge; Habermas; Popper). En cierto sentido, Juarroz anhelaba lo que tratan de hallar muchos bibliotecarios, pues la Bibliotecología, signada por sus usos y, además, por sus necesidades pragmáticas, muchas veces oculta los principios rectores que estructuran su pensamiento, en tanto saber autosuficiente pero inmerso en las Ciencias Sociales (Shera; Thompson; Urquhart).

     

    3. Epílogo a modo de conclusión

    En este hombre excepcional moraron uno y varios a la vez: el bibliotecario que ejerció su profesión durante décadas, el docente incansable que enseñó su arte en varios países, el poeta irrepetible que dejó sus versos inconfundibles y, por sobre todo, la persona que hacía de la realidad y de su existencia en los otros, un juego de creaciones con final abierto e incierto (Huizinga). No obstante, se impone una suposición no ajena a su vida. Para comprender a Roberto Juarroz hay que unir las piezas de este aparente rompecabezas en una continuidad discursiva que se caracteriza por la coherencia. Él fue (y es) la dinámica integración de todas: teórico y filósofo del universo de la información y del conocimiento, portador del pensamiento como una realidad que se instala por encima de la cotidianidad, hacedor de la palabra como elemento vital para establecer nuestra profesión desde el diálogo.

    Resta una última y trascendental cuestión en el pensamiento bibliotecario de Roberto Juarroz: ¿qué clase de Bibliotecología profesaba y deseaba que se impusiera en la Argentina y en toda América? Para esta pregunta siempre tuvo una respuesta lúcida y aleccionadora, una respuesta que apuntaba a estremecernos para que reaccionemos como individuos pensantes que deseamos ahondar y enaltecer una disciplina. Roberto Juarroz quería una Bibliotecología crítica, integrada, comparativa y abierta (Juarroz, "Prefacio...", p. 5). Crítica, significa pararse ante nuestra vida profesional con un pensamiento lúcido, un pensamiento capaz de evaluar con profundidad la realidad social de las bibliotecas. Integrada, supone que los bibliotecarios deben cultivarse para comprender la necesidad de trabajar transversal e interdisciplinariamente con otras áreas de las ciencias. Comparativa, capaz de manifestar una actitud integradora hacia la universalidad del hombre y aceptar lo bueno que aporta "el otro". Y por último, abierta, esto es, en conceptos de Juarroz, "una Bibliotecología disponible para el cambio, de mentalidad generosa, sin temor ante la diversidad de ideas, creencias y opiniones que constituyen el verdadero patrimonio, la verdadera riqueza de la aventura creadora del hombre" (Juarroz, "La década del 90...". pp. 27-28).

    Roberto Juarroz era ante todo un humanista. Sostenía que nada en la vida, y con más razón en la Bibliotecología, podía encararse sin una sólida y seria formación. Esto implica -y para terror de muchos- poseer una cultura "enciclopedista", entendiendo este término como la capacidad de cada individuo para conocer y ampliar su pensamiento a través de la relación con otras áreas de estudio; enciclopedismo, pues, totalmente ajeno a la acumulación de datos. Es decir, un bibliotecario despojado de las modas educativas y formativas de cada época, un bibliotecario que intenta la empresa de absorber, por el esfuerzo y la dedicación, el ambiente cultural de su tiempo; un bibliotecario capaz de reflexionar en un modo selectivo y crítico. El bibliotecario, para Juarroz, debía crear su propio renacimiento interior cada día; debía dejarse impulsar por su capacidad de asombro, por su espíritu, por su intuición amparada en la razón, por su actitud emotiva ante las ideas. El instrumento primario de nuestra profesión, pues, es la lectura, el afán voraz por saber y por abrir ese ubérrimo jardín de las delicias que es el libro. Leer torrencialmente (Parada, "Réquiem...".).

    Recapitulemos, entonces, su vida en el universo de las bibliotecas: teoría bibliotecaria, humanismo y trabajo profesional, docencia universitaria, peregrinación activa a lo largo y a lo ancho de las bibliotecas de América Latina y, sin duda alguna, pura poesía, constituyen su venturosa herencia. Pero no decimos nada nuevo sobre su personalidad. Solo resta tomar los términos de Octavio Paz cuando se enteró de su fallecimiento: "Roberto Juarroz -sostuvo- nos ha dejado una obra poética que juzgo única, preciosa e insustituible" (Paz).

    En esta instancia, los bibliotecarios argentinos y latinoamericanos, con una libertad que se transforma en un legado palpitante pero definitivo, podemos extender los conceptos del escritor mexicano a la reflexión constante de Juarroz sobre la Bibliotecología: su pensamiento bibliotecario fue una fuerza vívida, estremecedora, dialogada y, por lo tanto, preciosa e insustituible sobre nuestra profesión. Y por añadidura, insustituible y preciosa, en tanto poesía y afán bibliotecario que se impregna de la emoción de vivir entre los hombres, o más explícitamente, en las palabras de Siegfried Kracauer, un modo de ser bibliotecario que intenta "enfocarse en lo 'genuino' oculto en los intersticios entre las creencias dogmatizadas acerca del mundo, estableciendo así la tradición de las causas; dando nombres a lo hasta ahora innominado" (Kracauer p. 243)2.

     

    Notas

    1 El presente trabajo se publicó originalmente en RANLE. Revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Vol. 2, N° 3, pp. 293-312 (2013). ISSN 2167-0684. Agradezco a E. Paldao el haberme convocado a escribir este texto para dicha Academia.

    2 El autor agradece a la profesora Laura Cerrato la autorización correspondiente para reproducir la poesía "La Biblioteca", de Roberto Juarroz.

     

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